lunes, 15 de febrero de 2010

Arrebatos, decisiones y otros parientes.

Siempre hay una gota que colma el vaso o un copo de nieve que quiebra la rama. No siempre tiene que ser algo malo. Muchas veces, amanecen días absurdamente normales que, a la luz de la cosa más pequeña y, por lo general, también la más tonta, acaban por tornarse en días especiales. Incluso me atrevería a decir que decisivos.
Sí, efectivamente. Ésa es la palabra. Decisivos.
Y lo son porque, efectivamente, se toma alguna decisión, valga la redundancia. Y no una cualquiera, sino una que sabemos que va a trastocarnos los esquemas. Aunque se trate de un mínimo cambio, de algo sencillo y fácil, sin demasiadas complicaciones. Porque a menudo, así es como empiezan las grandes etapas, y así es como se cae todo el castillo de naipes, con la menor brizna de aire.
Lo mejor de todo es que la decisión en sí misma no nos sorprende, ya que suele tratarse de una idea que lleva rondándonos la mente, como una especie de reto, una de esas cosas que suscitan los tan temidos qué pasaría si... Y que precisamente por eso la vamos echando a un lado, la apartamos de un manotazo, la tildamos de loca o estúpida; pero ella se sigue haciendo más y más fuerte, y espera el momento en que seamos capaces de no engañarnos a nosotros mismos y que caiga nuestro muro.
Al final no nos queda otra opción que dejarnos arrastrar por ese torbellino incesante, por ese latido desbocado, por ese sentimiento que sabemos que, pese a su fragilidad, representa la mayor de las fortalezas, de las enterezas, y nos guiamos ciegamente, casi con santa devoción. A veces, porque es la única salida y nos agarramos a ella cual clavo ardiendo. Otras, porque la rutina es demasiado asfixiante. En cualquier caso, ¿qué más da el motivo? Cuando se tiene una intuición de ese calibre, tan vital, tan necesaria, tan decisiva... ¿cómo no caer en la dulce tentación de la locura, de la aventura, del sentirse dueño de nuestras propias acciones y, quizás, un tanto inmortales?
¡Hay que tomar decisiones! ¡Hay que dejar voz al instinto!
Porque cuando el instinto habla, en realidad, somos nosotros mismos quienes le escribimos el guión.
Buenas noches.

3 comentarios:

  1. Me dejas sin palabras Isa... Y creo que esta decisión, la de hacerte un blog, ha sido una buena idea. Una aventura. Quizás no tan vital como otras ni tampoco tan decisiva, pero una gran idea. Una muy buena idea. Porque a veces, las cosas pequeñas, son muy grandes si las miramos con ojos de ciego (Y digo ojos de ciego, porque al fin y al cabo, ellos saben. Ellos han aprendido. Ellos ven más allá de lo que vemos. Ellos lo valoran)

    Y yo, te juro que valoro tu rincón. Son dos entradas. Y las dos me han encantado. Hazme el favor de no dejar de escribir....!

    ResponderEliminar
  2. días decisivos, tardes sorpresa.
    tú me entiendes pequeña terremoto, tú sumas y sigues y mira que no eres de ciencias, pero madre mía..!
    quiero uno de esas minihistorias que haciamos en clase con minidialogos y todo eso, (propuesta indirectamente directa para tu prçoxima entrada).
    Mi terremotillo..
    aaaiins(L)

    ResponderEliminar
  3. ¡Hay que dejar voz al instinto!
    Porque cuando el instinto habla, en realidad, somos nosotros mismos quienes le escribimos el guión.

    Me ha encantado ese párrafo, totalmente de acuerdo.

    ResponderEliminar

Pasen y vean.