jueves, 27 de mayo de 2010

Noches tontas

El amor y la distancia tienen esa costumbre de mezclar el placer con las ganas de sufrir.
Ismael Serrano


¿Cómo empiezan los cuentos?
¡Ah sí...! Érase que se era...

Una vez, como de costumbre, como siempre, un corazón roto que andaba por la acera. ¿Sonreía? Sí, claro. Ella siempre sonreía. O al menos eso intentaba. ¿Él? Bueno, él era caso aparte y ella ya se había cansado de tratar de ver más allá de sus labios una declaración, no de amor, por supuesto, pero quizás sí de sentimientos. Porque ella no creía en los para siempre, aunque le gustaba pensar que sí, que debían existir, pero que no estaban hechos para alguien como ella.

-¿Esperas a alguien?
-Ya no...

Y, sin embargo, una vez había creído. No sabía en qué, pero sí en quién. No era un creer con tintes de idolatría, ni siquiera ciegamente, pero quizás sí de una manera irracional, sin ser capaz de dar motivos lógicos... Bueno, ¿acaso hay otra forma de creer?

-Espérame, ¿vale?
-Me lo pensaré...
-Anda, anda... ¡qué te vas a pensar!

Nada, porque si ella se hubiese parado a pensarlo, se habría dado cuenta de que era un condenado error. Demasiado riesgo, demasiadas probabilidades de fracaso, demasiado de todo aquello de lo que había estado huyendo disciplinadamente, demasiado de todo lo que temía que pudiera hacerse realidad algún día...

-Si es que, ¿qué?
-Tonta...
-Para qué preguntaré...

Y, con el tiempo, ella había aprendido a no preguntar. Y él a no dar demasiadas respuestas. Pero cuando las dio, cuando ni siquiera se las exigió, cuando vació su conciencia y tal vez, y sólo tal vez, su corazón... Ella se quedó sin palabras. Asintiendo estúpidamente, sin procesar lo que él le estaba diciendo, ocupándose de que sus ojos no... bueno, de que no revelasen demasiadas cosas...

-Menos mal que tengo tarifa en el fijo. Alguna, aunque no sé exactamente cuál, que sino... arruinaba a mis padres.
-Tú y tantas más...
-¡Claro, las que me llaman a mí!

Pero no hubo llamadas, ni mensajes ni nada; sólo silencio. Dejó que el tiempo, ese Cronos al que siempre había odiado, se ocupase de lamerle las heridas, de arreglar todo aquello que se había estropeado, de un modo u otro...

Y, sí, efectivamente, ella se curó de ese mal que tanto la aquejaba, cotidiano, pero mal al fin y al cabo. Comenzó haciéndose la fuerte, recayendo y volviendo a creerse que sí, que era fuerte... y a base de creerlo, se volvió fuerte...


Sin embargo, de cuando en cuando, tenía noches tontas, en las que le daba por ponerse idiota, y trataba de recuperar todo aquello que ni siquiera había podido perder porque no le pertenecía, porque nunca había sido de ella, y en ocasiones sospechaba si había llegado a ser realmente en plural... pero, por suerte, sólo eran algunas noches las que tenía tontas.



Tal vez esa sea la moraleja que encierre este cuento, que todo tiene una solución, que todo puede ser bonito, que nada es duradero, que en muchas ocasiones no hay un para siempre...


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Suena: No reconozco, Ismael Serrano
Desde mi ventana: un cielo de colores cálidos, un árbol que agita sus ramas...

2 comentarios:

  1. me gusta tu lista,si,esta de aqui al lado.

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  2. Luchar, sufrir.
    Plantarle cara a los problemas, porque todos tienen solución.

    (Somos los niños burbuja, x en ecuaciones...)

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Pasen y vean.