domingo, 27 de noviembre de 2011

Torpezas.

Lo peor de tropezar con tus propias torpezas es que no puedes culpar a nadie más. Ni siquiera cuando tratas de remontarte al pasado, a cualquier absurdo complejo freudiano o alguna dosis de psicología barata que, igual que el alcohol barato, lo único que hace es revolverte por dentro a bajo coste.
Son esas torpezas las que te arrollan, porque no es que el tren haya pasado de largo, es que te ha pasado por encima. Y eso no te da ninguna opción a correr por la vías y tratar de alcanzarlo.
No hay segundas oportunidades; sencillamente, se ha ido.

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Suena: Jóvenes eternamente, Pol 3.14
Desde mi ventana: el cielo límpido, azul, sin ni una nube. Al fondo la Sierra ya nevada, blanca, blanca, blanca...

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Y esta vez no habrá ningún imbécil que lo estropee.

Quizás sea porque hoy he dormido una hora y media más de lo habitual, porque al abrir la ventana después de una ducha caliente ha entrado de lleno todo ese aire frío de la Sierra, por la gente a la que he visto hoy, por las personas con las que me he encontrado por sorpresa y por las sorpresas que me he llevado yo e, incluso, por la sorpresa que le he dado a mi abuela en su cumple, que no ha sido tan sorpresa, que cada vez verá menos, oirá menos y le costará más moverse, ¡pero que me ha destapado en la primera jugada!
No sé, es que basta con asomarse a la ventana, con ver el cielo tan azul, las nubes tan blancas y regordetas, con el sol que no llega a calentar del todo, pero que acaricia con cada rayo, que no abandona, y ese aire helado de la Sierra, ese frío tan seco, tan de Granada, tan fabuloso que me recuerda que estoy viva, que de todos los errores se aprende, que lo bueno que tienen las autodestrucciones masivas es que de las cenizas resurge el ave fénix, que una vez que se ha decidido entre dar un paso más o cambiar el rumbo, nos espera todo lo demás. Y, tal vez lo más importante, que nunca, nunca, nunca sabes ni dónde ni cómo puedes acabar, y que hace meses, pero meses que son ya años, hubo un día cualquiera, también de estos que hace frío y sol, en el que aprendí una lección a medias, porque no me la creí del todo y hoy me he dado cuenta de que era todo verdad; incluso aquello que nadie podía saber que acabaría por suceder.
Y, yo qué sé, porque sí, porque me he puesto a correr por la calle, porque he saltado, porque he cantado, porque un transeúnte despistado me ha visto hacer todo eso y no me ha mirado con cara rara, sino que me ha sonreído y ha movido sus bolsas como si bailara también.
Porque hay días que pueden ser maravillosos.
Porque hoy, es uno de esos días.

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Suena: Walking on sunshine, Katrina & The Waves
Desde mi ventana: ese cielo tan mágnifico, ese aire tan puro y tan frío.

viernes, 4 de noviembre de 2011