¿Cómo te explico que no te fíes del poeta, que él te habla
en el lenguaje de las cosas que no pueden decirse, donde los protagonistas de
las historias actúan sin saber dar explicaciones de por qué hacen esto y no
aquello, y es el poeta quien las cuenta?
Él te prometerá una dolorosa dicha,
un sufrimiento gozoso, un sentimiento que anidará en tu pecho y se extenderá
por tus brazos, tu cuello, tus piernas, y no encontrará cabida en ellos y
acabará explotando la mecánica de tu corazón. Y tú, triste infeliz desdichado,
sonreirás porque él te ha hecho creer que tu vida sería vana e incompleta sin
poner el mundo del revés, sin hallar ese remanso de paz en cada punzada de dolor,
porque duele cuando estás vivo y el poeta lo que cuenta es la vida, por mucho
que a veces anhele la muerte.
Te rescatará del tedio con sus
versos, te descubrirá lo que hay al otro lado del cristal y te hará ver con
claridad el vaho con que empañas tus sueños al contemplar lo que hay tras la
ventana, aquello que no alcanzarás sin renunciar a lo que ya tienes. Créeme, él
sabrá hacerte dudar, venderte cada lado, las dos caras de la moneda mientras te
mira desde el canto de la misma, porque el poeta siempre vuelve a la frontera
donde todo hiere y se siente más intensamente, porque es tierra de nadie y
nadie sabe cuál es la tierra a la que pertenece, si es que, acaso, puedes
anclarte a un solo bando.
No te fíes de él, hazme caso, que
el poeta hace sus rimas y siente con ellas, ora ama ora odia, y se escapan
entre los huecos de sus dedos los suspiros que tú arrojas al aire cuando le
lees, cuando te buscas en sus palabras sin saber que tú ya eres él, desde la
primera letra, desde el primer deseo de encontrarte en su reflejo.
Ten cuidado, porque mientras
sientas, mientras entiendas la melancolía que encierra tras cada sílaba y
conviertas su aliento en el verbo que te renace, todo irá bien y tomarás la
vida fluyendo en su intenso latir, besando la duda, arrojándote de lleno al
vacío que ansías encontrar al borde de tus pies. Pero ten cuidado, porque el
poeta también peca de soberbia y buscará en sus versos contar enrevesadas
historias sencillas que pongan fin a sus dudas, a su dolor y a su miedo, y tú
no podrás hacer presa al torrente que te desborda, porque has hecho tuyo su
dolor y el poeta ya no lo quiere de vuelta.
Quizá culpes al destino, a la mala
suerte, a la voluntad y a la vida; tal vez hasta te agrade llevarte al límite,
probarte a cada paso, hasta que veas que ya cuentas diecinueve y que al dar uno
más, solo quedará disparar a tu adversario, a tu otro yo, y matar una a una tus
certezas, y su ausencia pesará tanto que no quedarán más que vanas creencias a
las que aferrarse cuando trates de responderte, en la soledad de tu propia
compañía, por qué ya no están contigo todos esos sentimientos que te llenaban
la boca de amaneceres. Los mismos que con su belleza no te dejaron ver que
cuanta más luz había, más tarde era para todo lo demás.
Pero sé que por mucho que te lo explique,
tú no lo entenderás, sino que también correrás a abrazarte al poeta como una sombra
descosida que no quiere irse por no tener que regresar.
__________________________________
Suena: la banda sonora de mi ventana abierta.
Desde mi ventana: La Sierra, recién nevada, se recorta sobre un cielo azul de
blancas nubes bajas.
Este relato también puedes encontrarlo en mi libro: Mi propia ingravidez.
"No te fíes de él, hazme caso, que el poeta hace sus rimas y siente con ellas"
ResponderEliminarY aún sabiéndolo, aunque lo entendamos, allá vamos, deseando abrazar al poeta, sin lograr contenernos, porque en parte, lo necesitamos.
Me gusta mucho.
Oh, eso es tan injusto... como cierto, probablemente.
ResponderEliminarComo quien corre a sabiendas de que va a caerse, sin detener sus pasos acelerados.
ResponderEliminarEspero no tardar tanto en volver a leerte. Es una maravilla hacerlo.
Me encantaría contar de nuevo con tu opinión en blog, sería todo un honor verte por allí.
Un besito^^
Es muy hermoso y muy esperanzador para los que buscan en las palabras una parte del alma.
ResponderEliminarBesos