Rescátame, aunque no seas príncipe
ni yo princesa, y mis dragones sean las cosas cotidianas, las mismas
preocupaciones que te asaltan a ti; algunas incluso de las que no te dejan
dormir por las noches. No hace falta que traigas tu armadura; es más, mejor no
la traigas, que el metal es frío y lo que quiero es el calor de tu cuerpo, el
roce casual de las manos, de los brazos, quitarte algún mechón de la frente y
mirarte a los ojos. Tampoco vas a necesitar un corcel blanco, tenemos toda una
ciudad que patearnos, mil y un rincones por descubrir, algún atardecer colgado
en mitad de vaya usted a saber, un banco, una cafetería donde pudiera
explicarte por qué me da tanto miedo tenderte mi melena para que trepes por
ella. Tal vez sean las paredes de piedra, el vértigo al asomarme desde este
torreón tan alto como solitario… no sé, no importa, puede que algún día nos
riamos de esta conversación. Bueno, quizás sea demasiado pedir; por eso sólo
rescátame, a secas, y que lo demás se convierta en una bella rutina.
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Suena: Rescátame, Ari Jiménez y Jesús Garriga
Desde mi ventana: noche cerrada.