jueves, 6 de noviembre de 2014

En pocas líneas.

 Y al volver la vista atrás lo que se ve no es la senda que no se ha de volver a pisar, sino los pasos, las migajas de pan que marcan el camino de regreso. Cada adoquín, cada huella y traspiés es un segundo de descuento hasta el próximo beso, hasta el próximo abrazo, hasta ese verso inconcluso que son tus labios cuando la despedida asoma a las comisuras y la prisa tiene la última palabra.
 Qué bonito que el poeta se equivoque. Qué bonito haber dejado de ser estatua de sal y recuerdos. Qué bonito contarlo en pocas líneas. Y qué bonita esa sonrisa de que seas tú –menos ciudad y más tú, tú al fondo y tú a lo lejos, tu cuerpo y tus manos, en los bolsillos o sobre el pecho-, tú, y no las estelas en la mar o la barbarie destructora, lo que encuentran mis ojos si mis talones deciden girar sobre sí mismos. Una vez; girar. Luego otra; girar, girar. Y otra más; que puestos a girar, que sea sin parar.
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Suena: Cantares, Serrat.

Desde mi ventana: la ribera, el paseo, los árboles tiñéndose de ocres pero, aún tímidos, no han comenzado a desvestirse de sus hojas…