Y la vio sonreír, con el sol en sus ojos entornados y el frío
recortando su figura.
Él la vio sonreír, aún sin saber si tendría algún motivo para hacerlo,
y se quedó prendado de esa curvatura, de las comisuras elevadas, del carmín que
se habría olvidado en alguna porcelana, en algún café, en cualquier mesa y
conversación. La vio sonreír y le pareció tan hermosa que una punzada en el
pecho le obligó a detenerse levemente, a contemplarla con su música, con los
mechones en su vaivén, con el tarareo entre los dientes. ¿Y cómo nadie podía
darse cuenta de aquello? Echó a andar, dejándose el rostro en sus pasos, en
esos labios que se perdían en un horizonte que iba quedando atrás, por mucho
que procurara evitarlo, que se partiera el cuello en dirección contraria al
ritmo de sus zapatos. ¿Volvería a tropezarse con esa boca…?
Cuando, de pronto, ella abrió los ojos. El sol seguía cegándola y el
aire entrecortando su respiración, pero él había dejado de mirarla y ella, de
sonreír.
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Suena: La vi bailar flamenco,
Andrés Suárez
Desde mi ventana: el cielo impresionantemente azul, la Sierra inmaculada
y recortada a lo lejos… sol, pero frío, mucho frío.