sábado, 8 de diciembre de 2012

La cuarta botella.

Este relato podrás encontrarlo en mi próximo libro: Mi propia ingravidez.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Aún quedan árboles verdes en Gran Vía.

Y estamos en noviembre, pero aquí no dice de llover. Y tampoco hace el frío suficiente para arroparse con los recuerdos. Es todo demasiado primavera para empezar a echar de menos. Véndeme un par de ocres y otro tanto de amarillos; añade también alguna que otra hoja crujiendo bajo estos pies que ya no recorren el camino, y los pasos, ahora opacos y vacíos, han dejado de ser carrera tras tu sombra. Aunque haya sol y pocas nubes, aunque esta semana haya amanecido vestida de niebla, y yo tan desnuda en esta estación tan intempestiva.
Nuestros trenes hace tiempo que dieron su último aviso, y ya no hay andén en el que agitar pañuelos blancos; tal vez porque nadie los use. O quizá porque nunca tuvimos una despedida, este otoño se ha vuelto mayo para que sigamos sin merecérnosla; yo, por no haberme ido del todo, tú, por estar solo a medias. Ni siquiera somos el último humo de la realidad que se evapora; aunque al final eso sea lo único que nos quede, frases robadas a filósofos. Puede que mañana me disuelva en tu café, o que te guarde entre las páginas de un libro. Puede que después de tantos años haya que invertir la historia, como si así pudiéramos reajustar cada una de nuestras estaciones perdidas, y nuestros trenes no vuelvan a cruzarse. No sé, que esta vez los pasos a nivel tengan todos barrera, para avisarnos del peligro, para evitar la catástrofe.
Mientras tanto, cuento las hojas de Gran Vía, que puestos a contar, a veces es mucho mejor que contar cuentos. Al menos, todas las hojas acabarán cayéndose. Incluso estas verdes.
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Suena: L'amore si odia, Noemi ft. Fiorella Mannoia
Desde mi ventana: nada de ventanas hoy, la ventanilla del autobús.





Este relato también puedes encontrarlo en mi libro: Mi propia ingravidez.

domingo, 28 de octubre de 2012

sábado, 20 de octubre de 2012

En mitad de la noche.

 Tumbada en la cama, le dio por llorar. No tenía motivos para ello, porque era feliz; y, sin embargo, las lágrimas salieron al encuentro de su rostro, de sus labios, de la barbilla, de la almohada. Tenía el pijama puesto y las sábanas revueltas; no había sido una buena noche. Además, hacía frío. De costado, y en la oscuridad, le dio por adivinar las formas de todas sus sombras, las de dentro y las de fuera, la clásica silla atestada de ropa.

-¿Qué haré cuando llegue el día que me quede sin palabras?

 Nadie estaba ahí para responderle. Y entonces lo supo, sólo tendría silencio. Por eso inventó un idioma entero, para nunca más volver a tener miedo.
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Suena: Walls are tired, Russian Red
Desde mi ventana: noche cerrada, supongo que sigue lloviendo.

sábado, 6 de octubre de 2012

Mentiras.

Este relato podrás encontrarlo en mi próximo libro: Mi propia ingravidez.

viernes, 28 de septiembre de 2012

Rescátame.


 Rescátame, aunque no seas príncipe ni yo princesa, y mis dragones sean las cosas cotidianas, las mismas preocupaciones que te asaltan a ti; algunas incluso de las que no te dejan dormir por las noches. No hace falta que traigas tu armadura; es más, mejor no la traigas, que el metal es frío y lo que quiero es el calor de tu cuerpo, el roce casual de las manos, de los brazos, quitarte algún mechón de la frente y mirarte a los ojos. Tampoco vas a necesitar un corcel blanco, tenemos toda una ciudad que patearnos, mil y un rincones por descubrir, algún atardecer colgado en mitad de vaya usted a saber, un banco, una cafetería donde pudiera explicarte por qué me da tanto miedo tenderte mi melena para que trepes por ella. Tal vez sean las paredes de piedra, el vértigo al asomarme desde este torreón tan alto como solitario… no sé, no importa, puede que algún día nos riamos de esta conversación. Bueno, quizás sea demasiado pedir; por eso sólo rescátame, a secas, y que lo demás se convierta en una bella rutina.
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Suena: Rescátame, Ari Jiménez y Jesús Garriga
Desde mi ventana: noche cerrada.

lunes, 10 de septiembre de 2012

Por poder, puedo...

Este relato podrás encontrarlo en mi próximo libro: Mi propia ingravidez.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Ahora que la adolescencia es un septiembre lejano.


 Suspiras y agosto ha pasado. El sol resbala por la piel y se lleva consigo el salitre, el moreno, la calma de las noches de verano y el trasiego de los días que desdibujan las promesas que julio había puesto en agosto y que agosto pondrá en septiembre. Tú me miras y me pides que no me entristezca, que aún quedan vacaciones y tiempo que pasar en tu regazo; yo miro el reloj, los minutos de descuento han comenzado. El amor se queda tendido en esta playa, como entonces, como ahora, esperando a la voz que lo despierte de su letargo; y mientras la luz se esconde por poniente, refresca y la humedad cala entre los bañadores y los huesos. Se tiran las primeras cañas y suena la música del chiringuito, los cócteles en las mesas chocan, derraman sus gotas, brindan por lo que ha sido, se preguntan por lo que será. Tú me miras, yo no entiendo nada, septiembre llega por la esquina y esta vez no le tengo miedo, sino ganas. 

 -¿Quieres que hablemos?
 -No hay palabra que no esté dicha ya.

 Tú me miras y me besas; yo sonrío y callo. Sin darnos cuenta, septiembre ha llegado.
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Suena: A lonely september, Plain White T's
Desde mi ventana: la luna llena, la Sierra al fondo y la mosquitera, otra vez.

domingo, 12 de agosto de 2012

domingo, 15 de julio de 2012

domingo, 17 de junio de 2012

miércoles, 30 de mayo de 2012

Adiós.

Este relato podrás encontrarlo en mi próximo libro: Mi propia ingravidez.

jueves, 24 de mayo de 2012

viernes, 18 de mayo de 2012

Cielito lindo.

Este relato podrás encontrarlo en mi próximo libro: Mi propia ingravidez.

domingo, 13 de mayo de 2012

Déjame.


            Ah, déjame recordarte cómo eras entonces, cuando
aún no existías.

Pablo Neruda.


            Déjame que dibuje tu rostro, cuando ni siquiera sabía que llevarías gafas, ni del color oscuro de tu iris, o de tus dientes blancos y el modo en que, al curvar los labios, podrías hacerme tan feliz. Déjame, te lo pido, olvidarme de ti, de quién eres ahora o de quién creemos ser. Déjame que te sueñe como entonces, cuando me tumbaba en mi cama y buscaba en el techo la esperanza perdida en la caja de Pandora, la historia que todos decían que algún día tendría y el modo en que te ansiaba aunque aún no existías. Déjame que borre uno a uno los poemas de entonces, la frontera difusa entre la realidad y la enajenación, el modo en que quería sentirte, y en el que suponía que tú acabarías sintiéndome, los tonos en que me nombrarías y cobraría vida a tu lado, la triste figura que se miraba al espejo y se preocupaba por los días que pasaban sin saber de ti, sin encontrar la manera de que te hicieras presente, trascendiendo los límites del pensamiento, del latir desacompasado de mi pecho. Déjame, déjame que te cuente de todos aquellos a quienes creí amar antes que a ti. Déjame que te explique, porque no entenderás nada más si no comprendes que, antes de ti, yo ya te conocía, te esperaba en los corazones que dibujaba en los márgenes de los apuntes, en las palabras concretas que no tenían más significado del que yo quería darles. Déjame recordarte cuando aún era boina gris y no entendía las canciones de amor, pero las sentía todas mías; cuando no podría haber escrito esto, porque no te conocía, no existías y yo no era la que soy ahora, y aún te soñaba perdida en el abismo de tu mirada.
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Suena: Every time (love song), Armand Amar
Desde mi ventana: sol de mayo, el calor ya está aquí.

lunes, 30 de abril de 2012

martes, 17 de abril de 2012

También el poeta es digno de desconfianza.

¿Cómo te explico que no te fíes del poeta, que él te habla en el lenguaje de las cosas que no pueden decirse, donde los protagonistas de las historias actúan sin saber dar explicaciones de por qué hacen esto y no aquello, y es el poeta quien las cuenta?
Él te prometerá una dolorosa dicha, un sufrimiento gozoso, un sentimiento que anidará en tu pecho y se extenderá por tus brazos, tu cuello, tus piernas, y no encontrará cabida en ellos y acabará explotando la mecánica de tu corazón. Y tú, triste infeliz desdichado, sonreirás porque él te ha hecho creer que tu vida sería vana e incompleta sin poner el mundo del revés, sin hallar ese remanso de paz en cada punzada de dolor, porque duele cuando estás vivo y el poeta lo que cuenta es la vida, por mucho que a veces anhele la muerte.
Te rescatará del tedio con sus versos, te descubrirá lo que hay al otro lado del cristal y te hará ver con claridad el vaho con que empañas tus sueños al contemplar lo que hay tras la ventana, aquello que no alcanzarás sin renunciar a lo que ya tienes. Créeme, él sabrá hacerte dudar, venderte cada lado, las dos caras de la moneda mientras te mira desde el canto de la misma, porque el poeta siempre vuelve a la frontera donde todo hiere y se siente más intensamente, porque es tierra de nadie y nadie sabe cuál es la tierra a la que pertenece, si es que, acaso, puedes anclarte a un solo bando.
No te fíes de él, hazme caso, que el poeta hace sus rimas y siente con ellas, ora ama ora odia, y se escapan entre los huecos de sus dedos los suspiros que tú arrojas al aire cuando le lees, cuando te buscas en sus palabras sin saber que tú ya eres él, desde la primera letra, desde el primer deseo de encontrarte en su reflejo.
Ten cuidado, porque mientras sientas, mientras entiendas la melancolía que encierra tras cada sílaba y conviertas su aliento en el verbo que te renace, todo irá bien y tomarás la vida fluyendo en su intenso latir, besando la duda, arrojándote de lleno al vacío que ansías encontrar al borde de tus pies. Pero ten cuidado, porque el poeta también peca de soberbia y buscará en sus versos contar enrevesadas historias sencillas que pongan fin a sus dudas, a su dolor y a su miedo, y tú no podrás hacer presa al torrente que te desborda, porque has hecho tuyo su dolor y el poeta ya no lo quiere de vuelta.
Quizá culpes al destino, a la mala suerte, a la voluntad y a la vida; tal vez hasta te agrade llevarte al límite, probarte a cada paso, hasta que veas que ya cuentas diecinueve y que al dar uno más, solo quedará disparar a tu adversario, a tu otro yo, y matar una a una tus certezas, y su ausencia pesará tanto que no quedarán más que vanas creencias a las que aferrarse cuando trates de responderte, en la soledad de tu propia compañía, por qué ya no están contigo todos esos sentimientos que te llenaban la boca de amaneceres. Los mismos que con su belleza no te dejaron ver que cuanta más luz había, más tarde era para todo lo demás.
Pero sé que por mucho que te lo explique, tú no lo entenderás, sino que también correrás a abrazarte al poeta como una sombra descosida que no quiere irse por no tener que regresar.
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Suena: la banda sonora de mi ventana abierta.
Desde mi ventana: La Sierra, recién nevada, se recorta sobre un cielo azul de blancas nubes bajas.





Este relato también puedes encontrarlo en mi libro: Mi propia ingravidez.

domingo, 15 de abril de 2012

Cadenas que no pueden dar mala suerte.



Hoy me han otorgado el premio "Liebster Blog". 
Este premio pretende recompensar y estimular aquellas páginas de la red cuyo número de seguidores no excedan los doscientos, pero que, "por su esencia y contenido merezcan ser dados a conocer a todos los rincones de la blogosfera".

Gracias a Marina de "El escondite de los delirios", por dedicarme este premio. Pero sobre todo, por leerme siempre que publico alguna entrada, por dejar su comentario, aunque sólo sea para decir que le ha gustado. Y, por supuesto, fuera de la blogsfera, por estar ahí, con su carilla de Cheshire Cat.

Para continuar la cadena hay que seguir los siguientes pasos:

1. Copiar y pegar el premio en el blog y enlazarlo al blogger que te lo otorgó:
http://elesconditedelosdelirios.blogspot.com.es/ 


2. Señalar tus cinco blogs preferidos con menos de 200 seguidores y escribir comentarios en sus blogs para que conozcan que han recibido el premio:


3. Y, por último, esperar que continúen con la cadena y elijan a sus 5 blogs preferidos. 

Mis disculpas a otros espacios de la red que también merecen este premio. Si la cadena sigue, los que son y aquí no están ya llegarán, y también recibirán este premio.  

Por otra parte, tampoco quisiera dejar de mencionar estos blogs a los que ya otras personas les han otorgado el premio pero que, no por ello, merecen dejarse en el tintero:

Solo me queda decir: Disfrutad de los escritos que encontrareis en esos magníficos blogs.
Gracias.

miércoles, 4 de abril de 2012

La lluvia, la espera y el echar de menos.

La lluvia cae como tamborilean los dedos sobre la mesa, esperando a que pase algo, aunque no sepan qué exactamente. Será la falta de costumbre, será que al pensamiento también le han dado vacaciones. O tal vez la botella que agarraban noches atrás, el modo en que retorcían la tela cuando los labios no sabían cómo hablar y, después, cuando ya no hubo modo de callarlos. No sé, siguen moviéndose, siguen las gotas en el cristal; puede que echasen de menos esta tranquilidad, esta calma que no esconde tras de sí ninguna tormenta. Tendrán que acostumbrarse a no tener más preocupación que la de enredarse en tu pelo, recorrer tu rostro, borrar los miedos. Mientras tanto, que abran el paraguas y tú, vente conmigo, no te vayas a mojar.
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Suena: Again, Anni B Sweet
Desde mi ventana: día cenizo, nubes en blanco y gris. Granada se viste de Semana Santa.

miércoles, 7 de marzo de 2012

viernes, 2 de marzo de 2012

Pirómanos.

Este relato podrás encontrarlo en mi próximo libro: Mi propia ingravidez.

viernes, 17 de febrero de 2012

La coordenada en que te escaparás.

-Entonces, supongo que tendré que fiarme...
-No, no te fíes nunca de mí.
-¿Cambias rápido de parecer?
-No, no lo sé. Creo que a veces, pues... no puedo ser...

Yo me quise creer tus mentiras porque, aunque falsas, eran las palabras más bonitas que me habían dicho hasta ese momento. Y una siempre sueña con que le digan cosas bonitas, aunque sean mentira o quizás por eso mismo, porque sabía que no eran verdad y, aún así, te atrevías a decirlas.

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Suena: Yo te vi primero, Fede Comín y Zahara
Desde mi ventana: Noche oscura.

martes, 7 de febrero de 2012

Tiempos imperfectos.

Este relato podrás encontrarlo en mi próximo libro: Mi propia ingravidez.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Una historia de febrero.

Sostenía entre sus manos los restos del té caliente.
Hablaba; hablaba y lo hacía sin parar. Se atropellaba con las palabras y con la hierba que crecía tras ellas. Procuraba no dar demasiadas explicaciones, pero terminaba dándolas todas sin llegar a contar nada en concreto.

-Últimamente no sé qué me pasa. Lloro con cualquier tontería -admitió a modo de disculpa por las lágrimas que habían enturbiado su rostro, el maquillaje que se había puesto para la ocasión, el perfume de sus muñecas, la tristeza de su iris, el dolor adormecido en las pupilas.

-Entonces me retaré a hacerte reír con cualquier cosa seria.

Ella lo creía imposible. Él quería hacerlo.
El tiempo le demostró que los dos se habían equivocado: ella sabía que le podía hacer reír con cualquier cosa seria, pero él ya no quería hacerlo. Entonces, volvió a llorar y a arrancar la hierba tras sus palabras; pero esta vez nadie le prometió que le sacaría una carcajada, y tampoco estuvo muy segura de echarlo de menos.

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Suena: I..., Yiruma
Desde mi ventana: sol, la Sierra, cielo azul, jirones de nube. Febrerillo el loco, un día peor que otro.

sábado, 28 de enero de 2012

Promesas de la niñez.

Se lo habían prometido tantas veces siendo una niña, que había llegado a creérselo; a pensar que sólo le faltaban unos años, unos meses, un poco de experiencia o cualquier otro modo de medir el tiempo, y que acabaría por darles la razón, porque siempre la habían tenido. Se había aferrado a esas palabras con la rabia de la impotencia, con el secreto que guardaban otros bajo la lengua, quizás en el paladar o puede que en las cuerdas vocales, pero que jamás traspasaba los confines de los labios.
Había escuchado tantas veces esa frase en cada una de sus consabidas variantes que, por repetición, la había adoptado como axioma...

-Lo entenderás cuando seas mayor.
-Aún eres muy niña para entenderlo.
-Eso son cosas de mayores.
-No tengas prisa, todo a su tiempo.
-Tú no lo entiendes.


Pero se había equivocado al creerles.
Había descubierto que la rabia que sentía entonces, cuando nadie le daba las respuestas que necesitaba, era exactamente igual a la que sentía ahora que, siendo ya mayor, ni siquiera ella misma era capaz de encontrarlas.

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Suena: I will let you go, Daniel Ahearn
Desde mi ventana: es de noche y en la casa de enfrente hay una luz encendida.

viernes, 20 de enero de 2012

Balancines.

 Hoy recupero un texto que escribí hace ya un par de años y que no sé por qué, en su momento, no vino a parar aquí...

 Me gustan los balancines, son mis columpios preferidos. 
 Esos que en la infancia soñaba atados a las gruesas ramas de robustos árboles, o con dos sencillas lianas. No sabría explicar la fascinación que me producen, la atracción casi fatal, el deseo pecaminoso de no abandonar el País de Nunca Jamás, donde los niños no crecen, donde se busca liberar a Tigriria, donde Campanilla siempre vuela tras Peter Pan. Por eso, en noches como ésta que hace frío y el Poniente sopla casi cómplice de mi fechoría, me cuelo en el parque que está a punto de cerrar y corro al columpio, mientras los niños cierran los ojos y sueñan, quién sabe si aún, con casas hechas de dulces y cuevas llenas de tesoros. Porque cuando los niños se meten en sus camas, el parque se vuelve un lugar peligroso donde se confiesan los primeros amores y se lloran los que no fueron, se fuman los cigarros y se escupen las cáscaras de pipa. 
 Yo lo veo todo desde mi columpio, sentada, con las manos agarrando firmemente las cadenas, preparada para darle cuerda con el empujón inicial y ahí, lo siguiente, a volar. Echo la cabeza atrás, como si se tratase de un ritual, y dejo que mi pelo, la cabellera dorada de Raspunzel por la que no va a trepar más que mis ganas de jugar, se desplome sobre la espalda, que la cascada de ondas se mezcle con el viento, con el aire, y recuerde aquellos momentos en los que eran dos gomas las que la hacían prisionera, las dos coletas de niña buena. Y entre mis ojos y el cielo, sus estrellas y los árboles que las saludan, sólo se interpone la viga que me sustenta, y pienso si, quizás, esa fue la primera barrera para alcanzar mis metas. Pero no le doy demasiadas vueltas, y allá voy, un impulso, piernas estiradas, piernas encogidas, piernas estiradas, piernas encogidas… Me vuelvo ingrávida, etérea y muevo las piernas descompasadamente pero extrañamente feliz, casi en una euforia de adrenalina contenida y que sí, que ahora quisiera salir, huir, escapar por cada uno de esos movimientos en los que me recreo. Sentir la brisa de lleno en la cara, el golpe, el impacto revelador, ¿de qué? De que estoy viva, de que esa niña que un día fui ha vuelto sólo para mí, sólo para el instante, el disfrute y el recuerdo. 
 Me observo en mi sombra, más grande cuanto más me acerco, más pequeña en mis despedidas, y me pregunto si sería necesario que me la cosiese, como mi viejo amigo Peter. Y sin yo quererlo cada vez me impulso más fuerte, más fuerte, más fuerte; y subo, subo, subo… ¿hasta donde? Hasta la luna. Sí, quisiera ser tan alta como ella, y desde su posición privilegiada observarte mientras duermes o te tomas tus cervezas, qué se yo, juguetear con tu pelo, devolver un guiño cómplice al esplendor de tu sonrisa, perderme en lo profundo de tus pupilas… 
 Y es esta princesa la que se viste azul, porque sabe que el príncipe ya no existe, se perdió en alguna batalla, en algún abismo, quizás en las fauces de un hambriento dragón…

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Suena: Si Peter Pan viniera, Ismael Serrano.
Desde mi ventana: sol, cielo blanco.