Y estamos en noviembre, pero aquí no dice de llover. Y
tampoco hace el frío suficiente para arroparse con los recuerdos. Es todo
demasiado primavera para empezar a echar de menos. Véndeme un par de ocres y
otro tanto de amarillos; añade también alguna que otra hoja crujiendo bajo
estos pies que ya no recorren el camino, y los pasos, ahora opacos y vacíos,
han dejado de ser carrera tras tu sombra. Aunque haya sol y pocas nubes, aunque
esta semana haya amanecido vestida de niebla, y yo tan desnuda en esta estación
tan intempestiva.
Nuestros trenes hace tiempo que
dieron su último aviso, y ya no hay andén en el que agitar pañuelos blancos;
tal vez porque nadie los use. O quizá porque nunca tuvimos una despedida, este
otoño se ha vuelto mayo para que sigamos sin merecérnosla; yo, por no haberme
ido del todo, tú, por estar solo a medias. Ni siquiera somos el último humo de
la realidad que se evapora; aunque al final eso sea lo único que nos quede,
frases robadas a filósofos. Puede que mañana me disuelva en tu café, o que te
guarde entre las páginas de un libro. Puede que después de tantos años haya que
invertir la historia, como si así pudiéramos reajustar cada una de nuestras
estaciones perdidas, y nuestros trenes no vuelvan a cruzarse. No sé, que esta
vez los pasos a nivel tengan todos barrera, para avisarnos del peligro, para
evitar la catástrofe.
Mientras tanto, cuento las hojas de
Gran Vía, que puestos a contar, a veces es mucho mejor que contar cuentos. Al
menos, todas las hojas acabarán cayéndose. Incluso estas verdes.
_____________
Suena: L'amore si
odia, Noemi ft. Fiorella Mannoia
Desde mi ventana: nada de ventanas hoy, la ventanilla del autobús.
Este relato también puedes encontrarlo en mi libro: Mi propia ingravidez.
Aún los hay? Me temo que eso se me ha pasado. Y me parece imperdonable.
ResponderEliminarMe gusta, y me gusta que escribas en el autobús, y, aunque parezca primavera, nadie parece escapar de la nostalgia del otoño (es lo que me ha hecho sentir tu entrada, nostalgia).
ResponderEliminarMe parece que el odio se vuelve a equilibrar.
ResponderEliminarAunque le tengamos que robar las frases a los filósofos, tú no dejes nunca de inventar las tuyas
Todos somos hojas otoñales esperando el beso ocre del viento para partir en nuestro tren. Sin despedida de pañuelos blancos. Quizás una lagrimita...
ResponderEliminarEl título de tu texto, cuando lo he visto como novedad en el listado de mi blog me pareció un canto al optimismo: el verde, frente al gris de las ciudades siempre despierta sueños por cumplir :)
ResponderEliminarSin embargo me encuentro con un escrito precioso y melancólico. O en todo caso con sabor de pasado. Por dios! Como escribes!!! De verdad que este texto tiene capacidad de remover un montón de emociones. Enhorabuena xq no es algo sencillo :)
Un abrazo!!
Ah!!
ResponderEliminary por cierto... tu comentario en el Taller de Somnis resaltando una frase en concreto del poema "ANNA" me ha echo pensar y he elaborado una foto que colgaré en la página de facebook... así que gracias por la idea aunque sea involuntariamente! jeje
Las estaciones de trenes son muy traicioneras. Las de autobuses menos.
ResponderEliminarPero estoy con Joan, cuanto emoción desbordan tus palabras. Resiste, siempre vendrá otro invierno ;)
:)
Dónde vivo, suele haber niebla. Los árboles ya no tiene hojas verdes. Es bastante melancólica, la verdad, sobretodo los días que todos estamos a medias, casi sin estar. Que suerte que en Gran Vía, en noviembre aún haya!
ResponderEliminarBuena pregunta me has planteado.
ResponderEliminarSino tuviera miedo, ahora mismo me iría a la estación de trenes y pillaría uno dirección al norte.
Pero tengo miedo.
Sé que te escribo muy tarde. Pero no he tenido tiempo antes.
ResponderEliminarMe has hecho recordar y añorar el ocre de Granada, aunque digas que noviembre seguía vestido de hojas verdes. Yo empiezo a acostumbrarme a los blancos de Viena y a su nihilismo desnudo.
Espero que hablemos pronto, un beso.