jueves, 7 de octubre de 2010

Entre asignatura y asignatura...

Las horas de espera suelen ser, por contra, las que más desesperan.
La gente siempre se queja de las colas, de los huecos entre asignaturas o de los viajes demasiado largos. Es cierto, hay un momento en el que se nos acaban las ideas y ya no sabemos qué pensar, qué recordar. Nos molesta la música, las conversaciones ajenas y los paisajes que se desdibujan con la velocidad. Entran en escena el tedio, el hastio y los improperios. Los relojes nos esclavizan a golpe de manecilla y el nuestro nunca marca la misma hora que el de al lado.
Entonces, en ese momento, fluye el subconsciente y todo, pero absolutamente todo, se va al garete.
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Suena: la nada que se hace presente en la facultad a las cuatro y algo de la tarde; básicamente alguna silla que se corre, un golpe seco, una puerta...
Desde mi ventana: hoy escribo frente a un ventanal sucio, lleno de polvo, de manos que se han apoyado y han dejado su huella, incluso de algunas que otras iniciales separadas únicamente por... sí, no es muy original que digamos, pero bueno, me ha hecho sonreír.

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