miércoles, 27 de abril de 2011
Tú y un miércoles de abril
Sin embargo, hay cosas que no pueden cambiar; tú, yo y la lluvia que se cuela en tu maleta.
No te traigas el paraguas, sabes que eso corre de mi cuenta.
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Suena: la biblioteca, que por mucho que sea biblioteca, nunca está en silencio.
Desde mi ventana: la lluvia cae con fuerza sobre la Cartuja, los coches circulan, sube un C la cuesta de Farmacia. Aunque tal vez sea un U, no estoy del todo segura...
sábado, 23 de abril de 2011
23 de abril
viernes, 22 de abril de 2011
Parsimoniosamente, y otros tantos adverbios.
Con la calma que arrojan los primeros rayos de luz, con el silencio de una ciudad que despierta, con las miradas de los más madrugadores aún colgando entre los mechones del pelo, un poco revuelto, un poco más allí que aquí, un poco de desorden que induce al bello caos.
Sin prisas.
Con la seguridad de que cuando llegue, llegará y todo comenzará a ser recuerdo, a ser vacío hecho a base de las palabras que resonarán en su cabeza y que ya no tendrán más existencia que esa, el eco en cada remoto lugar de su cuerpo.
Tranquilamente.
Recorriendo con los ojos del soldado victorioso, sorteando las obras que parecen un campo minado, los viandantes que bien pudieran ser espías del bando enemigo, de la guerra no pactada, distinta del combate al que se entregan las melodías desgarradas de las guitarras de la canción de autor.
Allí.
Donde mana el dulce néctar, la ambrosía que mantiene a los dioses terrenales con vida, el sustento de las noches más frías, el anhelo del amante, donde los besos son más que labios que se superponen entre sí, que se buscan y se encuentran, que se pierden y dibujan cruces en viejos mapas.
Lejos.
A cada paso que da, a cada zancada, a la dirección prohibida que parece señalarle estrepitosamente el sentimiento y que a su pesar desobedece, continuando pie tras pie, sin tropezar más que consigo, con las ganas de dar la vuelta y regresar corriendo a resguardarse con cualquier excusa tonta, que sabe de sobra que no necesita.
Parsimoniosamente.
Así se despide, después de dar los buenos días.
Parsimoniosamente.
Así camina, pasando sobre las aceras.
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Suena: Attraversami il cuore, Paola Turci
Desde mi ventana: blanco y gris.
sábado, 16 de abril de 2011
La ciudad de noche.
martes, 12 de abril de 2011
Vuelvo.
Escucho a Ismael mientras pienso que Grice debería haber escrito alguna novela policiaca con detectives, pañuelos y un asesino intentando incriminar a otra persona. Tengo nostalgia, no sé. Nostalgia del blog, de sentarme a escribir, evadirme, dejarme caer en la ingravidez de mi propia ventana, ahora abierta, de cielo azul y nubes malvas al fondo.
Sí, lo he dejado demasiado tiempo. Primero por esto, luego por aquello, una cosa se suma a la otra y ya estamos en abril. Pero no, a mí aún no me lo han robado. Le he pintado tu rostro, los planes trazados, las palabras que se quedan colgadas en cada semáforo en rojo, los besos que te debo.
No me gustan las despedidas, y este repentino hasta luego se estaba convirtiendo en un tedioso adiós, de los que parece inevitable burlar tras una esquina y una mirada a lo que se deja.
Como de costumbre, le robo los versos a Ismael... la verdad es que te encuentro en casi todo, siempre o casi siempre te encuentro, quizás por eso vuelvo.
Y supongo que sí, que no me va a quedar otra más que volver...
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Suena: Acuérdate de vivir, Ismael Serrano
Desde mi ventana: entra una suave brisa y el cielo blanco se mancha de nubes azules; es la inestabilidad de abril.
NOTA: No sé por qué sale como si tuviera un interlineado de doble espacio, pero bueno, las tecnologías y yo compartimos esa extraña relación amor-odio... Cualquier sugerencia de cómo solucionarlo será debidamente agradecida.