La ciudad de noche es más hermosa en los silencios que se comparten, en las miradas que se pierden en los límites de la ropa y las palabras que se pronuncian sin necesidad de ser oídas. La brisa de las horas para las que nunca se sabe si es demasiado tarde o demasiado pronto, se cuela entre los resquicios de la piel, golpeando de frente, susurrando secretos ininteligibles, como rumores que nadie está dispuesto a oír.
Los besos calan hasta donde no llega la piel, se pierden en sinfonías torpes y desordenadas, bellas en su caos, en los sentimientos dormidos que despiertan al tacto de los labios, como vulgares princesas que pasan algo menos de cien años con los ojos cerrados, esperando a quién vaya a rescatarlas del eterno sueño...
Y, arriba en lo alto, la luna contempla todo.
Testigo impasible. Testigo mudo. Testigo ajeno.
Y, abajo, ellos se miran frente a frente.
Sonríen, se ríen y miran cómo la ciudad aún duerme, esperando al príncipe la despierte.
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Suena: She's the one, Robbie Williams
Desde mi ventana: sol que sale tras las nubes, cielo azul grisáceo. Huele a vacaciones.
Los límites de la ropa me recuerdan a la cremallera de la piel. Ya tú sabes.
ResponderEliminarBonito. Bonito.