Hace un septiembre tan bonito que
está la vida como para enamorarse de ella y bebérsela igual que una copa de
vino ahora que los años no apremian a la borrachera y sabemos que los problemas
nunca llegan a ahogarse en el fondo del cristal. Tal vez por eso el último
trago siempre nos supo tan mal.
Miro por la ventana y septiembre
está tan limpio como cuentan nuestras abuelas que había que estarlo los
domingos. Quizá se deba a que por fin llegó la lluvia y, con ella, esa brisa
fresca que airea la cabeza y la casa; esa brisa fresca que presagia el invierno
y mis ganas de compartir brasero contigo. Es la sensación de que el tiempo
puede cambiar de un momento a otro y nosotros con él; es la incertidumbre que, en
vez de desquiciar, sana. Este sol que ya no quema, este sol para el que baila
el aire de la Sierra, es el que cura las heridas que el salitre se ha dejado a
medio cicatrizar.
Septiembre sabe a vino y a
comienzo; a oportunidad y reencuentro. Y en tus labios septiembre sabe a rutina
de la buena, a besos en los semáforos en rojo y miradas furtivas mientras cada
cual anda en sus quehaceres. Septiembre, he tardado años en reconocértelo, ¡pero
qué bonito eres y cuánta vida me ofreces!
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Suena: Falling Slowly, Once OST
Desde mi ventana: el cielo azul
limpio, la Sierra al fondo y una casa blanca perdida en medio de la nada.
Nunca tuve especial predilección por septiembre, pero tras tus poéticas palabras voy a tener que revisar mi relación con él.
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