Te escribo con la tranquilidad
que sólo da el tiempo a quienes han aguardado tantos instantes, apurado hasta
el último trago o la calada que quema en los dedos y los labios; te escribo con
esa parsimonia que me concede el saber que podré esperar hasta la duodécima
campanada y tú no estarás allí para mirarme. Y los dos lo sabremos. Te buscaré
en esos otros abrazos, entre el júbilo y el jolgorio, la copa que se vacía con
cada brindis y el fuego que prende la leña y danza sinuoso ante mi mirada y tu ausencia. Te
buscaré y no te encontraré: has
alzado el vuelo como el pájaro libre que ahora eres y en este nido, de ti,
sólo quedará un hogareño crepitar. Pero cuánta falta hace ese calor cuando se admira
tan orgullosa un vuelo.
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Suena: la celebración de la vida, alguien trasteando en la cocina.
Desde mi ventana: la noche cerrada, la última de un año que tanto me ha dado. 2017, te han dejado el listón muy alto.
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