domingo, 31 de octubre de 2010

Cambio de hora.

Trazamos un antes y un después, como cada último fin de semana de octubre. Detuvimos los relojes y le robamos una hora al tiempo, haciendo nuestro el carpe diem en su sentido más literal. Sesenta minutos que, sin pretenderlo, sin buscarlos y sin, si quiera, ser conscientes fueron absolutamente nuestros. Doblegamos al viejo Cronos a nuestros pies y los tacones se encargaron de acallar sus gritos con cada paso, cada golpe sordo, seco...
Dispusimos que aquello no acabara nunca y, en un eterno presente fregeano, siempre será verdad que fuimos dueños del momento, que las agujas se atrofiaron y la arena de los relojes se evaporó con el agua de la clepsidra, creando oasis sin espejismos.
Fue real lo irreal.
Y, mientras tanto, el tiempo dejó de transcurrir...



Pero toda Cenicienta tiene sus doce campanadas y, a nosotros, nos asaltó el repicar de las Angustias bajo un paraguas de color naranja...
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Suena: Por debajo de la mesa, Luis Miguel
Desde mi ventana: Se escucha caer a lluvia, pero el cielo está demasiado oscuro como para ver algo...

martes, 26 de octubre de 2010

miércoles, 20 de octubre de 2010

Frío.

Salió del portal con el cansancio aún pegado a sus párpados y el frío cortó en seco un bostezo que parecía reclamar el calor de la manta que había abandonado junto con el último de sus sueños. Un absurdo más que disparatado, sin mucho sentido que había sido intermedio de la verdadera película en la que trajinaba su cerebro. La historia que se contaba a sí misma en la duermevela y que continuaba al despertar, cuando la alarma del móvil le hacía enfurruñarse y pensar que siempre era demasiado temprano...
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Y, sin embargo, para cuando se montó en el autobús, con sus cascos, su carpeta y el resquicio de otro bostezo, ya iba sonriendo.
Hacía demasiado frío como para no sentirse asombrosamente viva.
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Suena: Maggese, Cesare Cremonini
Desde mi ventana: la luz de la lámpara se refleja en el cristal, pero creo que es noche cerrada...

martes, 12 de octubre de 2010

Suerte.

Este relato podrás encontrarlo en mi próximo libro: Mi propia ingravidez.

jueves, 7 de octubre de 2010

Entre asignatura y asignatura...

Las horas de espera suelen ser, por contra, las que más desesperan.
La gente siempre se queja de las colas, de los huecos entre asignaturas o de los viajes demasiado largos. Es cierto, hay un momento en el que se nos acaban las ideas y ya no sabemos qué pensar, qué recordar. Nos molesta la música, las conversaciones ajenas y los paisajes que se desdibujan con la velocidad. Entran en escena el tedio, el hastio y los improperios. Los relojes nos esclavizan a golpe de manecilla y el nuestro nunca marca la misma hora que el de al lado.
Entonces, en ese momento, fluye el subconsciente y todo, pero absolutamente todo, se va al garete.
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Suena: la nada que se hace presente en la facultad a las cuatro y algo de la tarde; básicamente alguna silla que se corre, un golpe seco, una puerta...
Desde mi ventana: hoy escribo frente a un ventanal sucio, lleno de polvo, de manos que se han apoyado y han dejado su huella, incluso de algunas que otras iniciales separadas únicamente por... sí, no es muy original que digamos, pero bueno, me ha hecho sonreír.

domingo, 3 de octubre de 2010

Cenicientas.

Este relato podrás encontrarlo en mi próximo libro: Mi propia ingravidez.