jueves, 28 de julio de 2011

Art never comes from happiness.

Hoy encontré este texto, aunque tiene ya su tiempo, pero también encontré esta foto y, no sé, supongo que vi entre ellos una conexión bastante obvia...


¿En serio crees que el mundo se cambia así? ¿Que te levantas un buen día, inspiras profundamente y sientes como el aire frío llena tus pulmones para decirte a ti mismo: Hoy va a ser un gran día? No. No seas ridículo. El mundo se cambia en los días grises, en los que se cuentan los ansiolíticos necesarios para suicidarse, en los que discutes con las personas que te importan y en los que pierdes al amor de tu vida. Esos son los días en los que se cambia el mundo. La rabia, la ira, el dolor, la ausencia de vida... todo eso mueve al cambio. La felicidad no, ¿no ves que quién está feliz no tiene nada que cambiar?


NOTA: la foto aparece en la siguiente web, www.yohevistocosasquevosotrosnocreeriais.com

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Suena: Creep, Radiohead.
Desde mi ventana: tengo la persiana casi bajada, esto del calor a veces se vuelve un tanto insoportable...

viernes, 22 de julio de 2011

Huída en grafito.

Se perdió casi sin pretenderlo y, a la vez, con la plena conciencia de quién está huyendo.
La urgencia de la escapada la llamaba por su nombre de pila, le susurraba al oído y la tentaba con folios en blanco, casi cheques sin firmar, pasaportes a algún lugar absurdo en su mente. Cedió y, agarrando el lápiz, se bajó en la estación de su recuerdo favorito y comenzó a darle forma. Y los trazos se deslizaban mientras a sus labios asomaba una sonrisa...


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Suena: Blueside, Rooney

Desde mi ventana: el cielo, aunque azul, tiene un toque cenizo.

domingo, 17 de julio de 2011

El sueño del rinoceronte.

Nunca supe cómo describir esa extraña sensación que acompaña al sueño o a la pesadilla, la certeza de que es real, el sabor salado de las lágrimas o el beso cuando aún no se ha dado. La sangre que brota de la herida, el ahogo en la carrera, el traspiés o las risas que se superponen al ruido de la calle, de los coches, de los cafés y las tapas. El salto en paracaídas, y la gravedad que precipita al suelo, el escalofrío que recorre el cuerpo antes de caer en los brazos de Morfeo eterno...
Nunca supe describirla, nunca supe cómo resumir tanto sentimiento inconcluso, inexperimentado, con un final abierto, con el regusto amargo del lector tras el epílogo.

Sin embargo, esta noche, lo vi claro; mis sueños son como el rinoceronte de Durero.




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Suena: el tictac, el teléfono y la voz de Meri preguntando cómo se cambian algunas configuraciones del blog.

Desde mi ventana: los toldos se extienden sobre los balcones vecinos.

jueves, 7 de julio de 2011

Esfera transparente azul y diáfana que rodea la Tierra...

Te han engañado.


Que te han cambiado el cielo y ni siquiera te has dado cuenta.




Alguien ha borrado las nubes con forma de dragón y de princesas, que ya no hay si quiera el rastro de aviones a los que saludar a su paso. Que sí, que el cielo seguirá siendo azul, distinto en cada ciudad y el lugar al que miraremos cuando ya no haya esperanza.



Pero que ya no es el de antes, pues... pues también...





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Suena: Hard to say I'm sorry, Chicago.

Desde mi ventana: he bajado las persianas, por el calor. Así que supongo que me ahorro el saber si mi cielo es de mentira o no...



viernes, 1 de julio de 2011

Primera escena.

Se montó toda una película. Quinientos kilómetros de tráiler y casi otro tanto de versiones distintas de la primera escena.

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El Consuelo, Anna Gavalda

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Este es el momento en el que los espectadores toman asiento en su butaca, empiezan con las palomitas y los refrescos, pero la película aún no ha comenzado.

Primero vienen los anuncios de los próximos estrenos, los planes de verano, las idas y venidas de julio, la playa de agosto, los paseos y los helados de los Italianos, que son constantes en el tiempo y el espacio. También las variables enloquecidas que se vislumbran sin ser más que un contorno, que son como el rastro de la estrella fugaz. Luego, quién sabe, el rugido del león de la Metro u otra melodía aprendida con el tiempo, de las que uno tararea así sin más y el de al lado también, y el que está cuatro filas más atrás.

Y, por fin, la película.

Cámara rápida; ella aún durmiendo. Se gira. Bosteza. Abre un ojo. La luz le da de lleno, no tiene la persiana bajada. Se levanta. Desayuna de pie en la cocina. Ella en el ordenador. Enciende la radio. Canta en la ducha. Se pinta las uñas y se arregla. Comprueba que lleva todo en el bolso. Espera el autobús. Rellena algún formulario. Lo entrega. Hace tiempo. Rebajas. Mucha gente. Sigue haciendo tiempo. Se mira disimuladamente en la luna de los cristales. Coge otro autobús. Comienzan los nervios. Y si tal, y si cual. Pica y se baja. La estación.

La cámara se detiene.

Ahora sí viene la primera escena, la de verdad.

Caminará lentamente, recorriendo con la mirada el bullicio propio del uno de julio. Luego bajará por la rampa mecánica y consultará los paneles de información, sin estar muy segura de encontrar el autobús que ella espera, preguntándose si esta vez funcionarán. Y, después, esperará a que el verano llegue de lleno...


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Suena: No puedo vivir sin ti, Los Ronaldos

Desde mi ventana: uno de julio, calor indudablemente.