La rosa nunca
fue tan frágil como en las manos de quien está temeroso de sus espinas. Y aquí
me tienes, amor mío, temblando.
Te contemplo
como quien contempla la belleza desde el lodo, con los dedos llenos de miseria
y de pasado -y a nadie se le escapa que la belleza se viste siempre de blanco.
Te miro y lo hago con los ojos de quien ha sido cardo antes que flor
esplendorosa, de quien se ha revestido con tanta espina que no ha conocido más
belleza que aquella provocada por el daño. Te descubro y, uno a uno, mis
pétalos se caen para que reconozcas los lugares donde crecieron esas púas, para
que tus dedos sepan a qué altura han de acariciar cada cicatriz y dónde cuidarse
de la herida que todavía se abre cuando la miro. Sé que seré quien traiga la
pesadilla al respirar quedo de tus noches, el insomnio al remanso de paz de tu
pecho. Y tirita este cuerpo egoísta y culpable mientras se le llena la boca de
palabras bonitas, por si acaso su perfume enmascara tanta putrefacción.
Me miras con
la ternura de quien sabe que hay flores que crecen entre las piedras y con la
duda del que compra una planta de interior para un piso demasiado luminoso. Me
miras con la parsimonia del guion aprendido, siguiendo las instrucciones al pie
de la letra, pero haciendo ver que son improvisación y capricho. Me miras
-porque tus ojos nunca van más allá de mis pupilas y cuando lo hacen parecen
macetas artificiales-; me miras y escondes tus espinas. Como si temieras que
mis dedos fuesen tan torpes de pincharse en un descuido, como si no fuera a
soportar tu dolor ni tus heridas.
Tú, que me has
hecho rosa al tacto, no entiendes que yo, aunque sé que jamás me lo pedirás,
cerraría mi puño y dejaría que la sangre resbalara por la piel y los brazos. No
sé cómo decirte, amor, que no le tengo miedo a tus espinas, pero que cada vez
que me las ocultas pienso tus ojos y los imagino revistiéndome de fragilidad y
tengo que correr a inventarte otras heridas, otras púas con las que desgarrarme
para evitar este temblor que ahora me atosiga. Hazme digna de tus espinas, por
favor te lo pido. Compártelas conmigo, amor mío, que la rosa nunca fue tan
frágil como en las manos de quien está temeroso de sus espinas.
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Suena: With
or Without You, 2Cellos cover.
Desde mi ventana: hace tanto
calor este septiembre que escribo con la persiana totalmente bajada y a
oscuras. La gata se pasea y enreda por mis pies; espera paciente a que ponga
final al texto para que juegue con ella.
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Pasen y vean.