jueves, 29 de junio de 2017

Molinillo de viento.

Qué difícil habrá sido, amor mío, dejar desnudas las estanterías, los cajones y los armarios; qué ajenas y extrañas se habrán vuelto las paredes y las habitaciones. Como despojado un cuerpo de su carne, así de esquelético se habrá quedado el piso, convertido ahora sólo en mármol y muebles, un sofá, un televisor, un balcón cerrado al que ya nunca más nos asomaremos. Pensé tantas veces en fotografiar aquellas vistas y ninguna lo llevé a cabo... Y aquel molinillo de colores en el edificio de enfrente seguirá girando, aunque no sea yo quien se detenga y lo observe y se deleite y vuelva a los jardines de la infancia. Qué difícil, amor mío, vivir en una constante despedida, este arrojo sin piedad a la cuenta atrás; otra vez, otro junio más. Quizá por eso he deshecho las bolsas donde ayer vacié mis rincones: el primer cajón de la mesilla, un par de calcetines del segundo, algo de ropa en la silla, un par de perchas en el armario, el hueco en el aparador del salón, la manta que arropaba nuestras siestas, el secador del cuarto de baño, los tés en la cocina y el infusor que olvidé y reposa y me espera entre tus cosas. Ahora mi cuarto huele a limpio y todos esos objetos pródigos han encontrado de nuevo un lugar en esta casa; hay quién dirá que han vuelto a su sitio y qué equivocación… Dime tú, amor mío, qué hago yo con dos cepillos para el pelo o dos barras de labios moradas del número 42.
_________________________
­­­­­­­­­­Suena: la ventana abierta, algún trino distraído, el rumor de agua.
Desde mi ventana: el cielo está azul y no hay nube que cosa jirones a su estampa. Por fin este calor nos da algo de tregua y sopla el viento, el aire fresco, y en frente de aquella que fue nuestra ventana seguro que el molinillo sigue girando como si nada.