lunes, 26 de septiembre de 2011

Mermelada de otoño.

Me quedan planes por improvisar, promesas que cumplir y otras que realizar. Tengo un montón de tés pendientes por ahí desperdigados y unas ganas tremendas de tomarme uno en el sofá viendo algo tonto en la tele, bajo la manta. Incluso me apetece que llueva, que haga frío, me abraces y me ponga mis botas de agua rojas. No sé, hasta podría decir que no me ha importado demasiado empezar el curso, aunque se estuviera de maravilla en vacaciones. Y me apetece disfrutar de la pintura de estas cuatro paredes, del orden que acabará en caos y de los corchos que aún tengo por colgar. Me gustaría hacer una lista interminable, escuchar más canciones italianas y leer todos esos libros que me miran desde los estantes esperando que los abra. Y, por supuesto, escribir, escribir, escribir... escribir hasta saciarme, hasta aborrecer mis palabras y buscar nuevas, conseguir que las historias se hagan papel, reconciliarme con los personajes abandonados en un instante de sus etéreas vidas. Y puestos a pedir, me apetece comida basura y mejorar mi nivel de inglés, aprender italiano en serio y cocinar esa pasta de champiñones que me traje de Florencia hace dos veranos y que está muerta de risa en la despensa. O pisar las hojas que se caen de los árboles, escuchar su crujir y el crepitar de la chimenea. Asar castañas. Recordar viejos tiempos, crear nuevos recuerdos, ser funambulista en la línea del tiempo y conseguir que el día tenga más de veinticuatro horas.
Me pregunto cuántas cosas llegaré a hacer.
Tengo un otoño entero para responder...

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Suena: Marmellata #25, Cesare Cremonini
Desde mi ventana: ya es de noche, los días se van haciendo cada vez más cortos...

jueves, 15 de septiembre de 2011

¿Dónde?

¿Dónde van todas esas palabras que no llegan a pronunciarse, que se quedan en el aire interpuesto, en los andenes, en los labios, en los suspiros o grabadas al margen de los apuntes, del periódico o en la puerta de un servicio? ¿Dónde quedan todas esas confesiones a media voz, esos pensamientos que delatan más que cualquier gesto, que cualquier risa y que por la noche parecen inamovibles hasta que amanece y la luz del primer sol les resta la importancia que impedía el sueño? ¿Dónde quedan todos esos traspiés sentimentales, esas torpezas complementarias al sujeto del verbo? ¿Dónde queda quitarse la piel, que no la ropa, y desvestir al alma ? ¿Dónde...?

Probablemente, en muchos sitios.

Quizás en una canción de Battisti...


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Suena: Io vorrei... non vorrei... ma se vuoi, Lucio Battisti

Desde mi ventana: hoy escribo de espaldas a la ventana, pero el cielo está azul.

viernes, 2 de septiembre de 2011

¿En septiembre qué va a pasar?

Septiembre de nuevo se ha colado en el calendario, con sus mañanas calurosas y sus noches frías, con sus cielos que presagian lluvia bajo la luz de un hiriente sol, como dice mi madre, 'de esos que pican'. Septiembre es el mes feo, el eterno lunes del año, el vértigo ante el precipicio y la reflexión, junto con enero, del porqué de nuestras vidas. Todo el mundo se hace propósitos de enmienda, preguntas para las que cree haber hallado una respuesta y una lista de cambios que, como siempre, se queda en eso, una mera lista. Y van desde estudiar de continuo hasta arreglar la habitación y los apuntes del año anterior. O también pasan por apuntarse a un gimnasio y dejarse de morder las uñas. Quizás, qué sé yo, septiembre sea un año nuevo improvisado, donde se cae el moreno veraniego, se brinda con nuevos horarios en lugar de champagne y no se cantan villancicos sino los anuncios del Corte Inglés con su odioso volver a empezar otra vez.

Lo confieso, septiembre sólo me gusta por la canción de Víctor Jara; y, a veces, ni por eso.

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Suena: Septiembre, Víctor Jara.

Desde mi ventana: nada de cielo, todo son nubes, alternando las blancas con las negras, como en el ajedrez, pero con un toque azul grisáceo en las del fondo. Cielo totalmente de septiembre.