jueves, 22 de septiembre de 2016

"Por si acaso algún día".

Por si acaso algún día.

Nunca supe decir adiós ni aprendí a despedirme del todo, por eso siempre se me queda colgada una frase trivial entre los dientes. Es como si en vez de cerrar puertas, me dedicara a ir entornándolas por si acaso el silencio que esconden se convierte algún día en un rumor lejano. Por si acaso algún día. Cuántos arañazos tienen esas palabras desde que ya ni me molesto en pronunciarlas, sino que me aferro a ellas igual que mi gata cuando huye del agua: sacando las uñas y haciendo equilibrios imposibles.
Y es que esa incapacidad solo la firma la esperanza que se esconde detrás de todos los subjuntivos y sus quizá. Esa a la que he visto darme la espalda tantas veces que ya ni siquiera me molesto en mirarle el culo; cualquiera sabe que no hay necesidad de memorizar las formas de lo cotidiano, que eso se aprende por rutina. Pero hubo una vez en la que me miró a los ojos, me agarró de las mejillas y temblé de miedo. No es fácil encararse con la esperanza; es como poner un cristal entre el niño que sale hambriento de clase y el pan crujiente de la mañana. O como buscar símiles tiernos para hablar de la crueldad.
Pese a todo, ella, la esperanza que se esconde detrás de los subjuntivos y sus quizá, tampoco ha aprendido nunca a despedirme y tiene la mala costumbre de volverse para ver si la sigo mirando cuando se marcha. Lo que ella no sabe es que, cuando dobla la calle, yo continúo mirando la esquina, por si acaso algún día asoma la cabeza entre risas, y aunque yo sepa que es mentira, me toma de la mano y me dice que no me preocupe, que solo era una broma.
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Suena: May Be, Yiruma.

Desde mi ventana: dice el periódico que ya han caído las primeras nieves en la Sierra, pero aquí las hojas siguen con su peculiar balanceo, cogiendo impulso para saltar en este otoño que está de estreno.

jueves, 15 de septiembre de 2016

"Septiembre sabe a vino y a comienzo; a oportunidad y reencuentro".

Una vez más, septiembre.

 Hace un septiembre tan bonito que está la vida como para enamorarse de ella y bebérsela igual que una copa de vino ahora que los años no apremian a la borrachera y sabemos que los problemas nunca llegan a ahogarse en el fondo del cristal. Tal vez por eso el último trago siempre nos supo tan mal.
 Miro por la ventana y septiembre está tan limpio como cuentan nuestras abuelas que había que estarlo los domingos. Quizá se deba a que por fin llegó la lluvia y, con ella, esa brisa fresca que airea la cabeza y la casa; esa brisa fresca que presagia el invierno y mis ganas de compartir brasero contigo. Es la sensación de que el tiempo puede cambiar de un momento a otro y nosotros con él; es la incertidumbre que, en vez de desquiciar, sana. Este sol que ya no quema, este sol para el que baila el aire de la Sierra, es el que cura las heridas que el salitre se ha dejado a medio cicatrizar.
 Septiembre sabe a vino y a comienzo; a oportunidad y reencuentro. Y en tus labios septiembre sabe a rutina de la buena, a besos en los semáforos en rojo y miradas furtivas mientras cada cual anda en sus quehaceres. Septiembre, he tardado años en reconocértelo, ¡pero qué bonito eres y cuánta vida me ofreces!
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Suena: Falling Slowly, Once OST
Desde mi ventana: el cielo azul limpio, la Sierra al fondo y una casa blanca perdida en medio de la nada.

jueves, 8 de septiembre de 2016

"La rosa nunca fue tan frágil como en las manos de quien está temeroso de sus espinas".

De rosas y espinas

La rosa nunca fue tan frágil como en las manos de quien está temeroso de sus espinas. Y aquí me tienes, amor mío, temblando.
Te contemplo como quien contempla la belleza desde el lodo, con los dedos llenos de miseria y de pasado -y a nadie se le escapa que la belleza se viste siempre de blanco. Te miro y lo hago con los ojos de quien ha sido cardo antes que flor esplendorosa, de quien se ha revestido con tanta espina que no ha conocido más belleza que aquella provocada por el daño. Te descubro y, uno a uno, mis pétalos se caen para que reconozcas los lugares donde crecieron esas púas, para que tus dedos sepan a qué altura han de acariciar cada cicatriz y dónde cuidarse de la herida que todavía se abre cuando la miro. Sé que seré quien traiga la pesadilla al respirar quedo de tus noches, el insomnio al remanso de paz de tu pecho. Y tirita este cuerpo egoísta y culpable mientras se le llena la boca de palabras bonitas, por si acaso su perfume enmascara tanta putrefacción.
Me miras con la ternura de quien sabe que hay flores que crecen entre las piedras y con la duda del que compra una planta de interior para un piso demasiado luminoso. Me miras con la parsimonia del guion aprendido, siguiendo las instrucciones al pie de la letra, pero haciendo ver que son improvisación y capricho. Me miras -porque tus ojos nunca van más allá de mis pupilas y cuando lo hacen parecen macetas artificiales-; me miras y escondes tus espinas. Como si temieras que mis dedos fuesen tan torpes de pincharse en un descuido, como si no fuera a soportar tu dolor ni tus heridas.
Tú, que me has hecho rosa al tacto, no entiendes que yo, aunque sé que jamás me lo pedirás, cerraría mi puño y dejaría que la sangre resbalara por la piel y los brazos. No sé cómo decirte, amor, que no le tengo miedo a tus espinas, pero que cada vez que me las ocultas pienso tus ojos y los imagino revistiéndome de fragilidad y tengo que correr a inventarte otras heridas, otras púas con las que desgarrarme para evitar este temblor que ahora me atosiga. Hazme digna de tus espinas, por favor te lo pido. Compártelas conmigo, amor mío, que la rosa nunca fue tan frágil como en las manos de quien está temeroso de sus espinas.
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Suena: With or Without You, 2Cellos cover.
Desde mi ventana: hace tanto calor este septiembre que escribo con la persiana totalmente bajada y a oscuras. La gata se pasea y enreda por mis pies; espera paciente a que ponga final al texto para que juegue con ella.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Es ilusión y es vértigo. Es la prueba de imprenta de "Mi propia ingravidez". ¡Qué poquito queda para que cobre cuerpo esta arcilla de palabras y viaje de mis manos a las vuestras!

jueves, 1 de septiembre de 2016

Este es el cielo de Madrid, con sus luces y sombras. Igual que septiembre que golpea con los nudillos para fingir que no ha estado escuchando detrás de la puerta. Septiembre que viene como un huracán; que es despedida y reencuentro. Septiembre eres tú que te marchas y tú que te quedas, y a mí me deja el corazón dividido en dos. Como este cielo de Madrid, su resol y el repiqueteo de la lluvia en el cristal.