lunes, 31 de diciembre de 2018

No hay metáfora para esta despedida


Se desliza la tarde silenciosa,
se convierte en noche oscura
y hay un abrazo lejano,
un abrazo que ya no puede ser.
Como si el año se marchara sin apenas ruido,
igual que tú dormida en tu sillón,
por fin plácida y eterna.

Son escasas ya las horas,
el vestido cuelga de su percha
y yo sin arreglar.
Como tantas otras cosas,
para esto también se me ha hecho tarde.

Te pregunté si me querías,
sabiendo de antemano la respuesta,
y cómo el cariño, las arrugas,
la vejez, el tiempo
iban a curvarte los labios.
Tus besos de carmín
y la infancia recuperada para ambas
al borde de tus inviernos.

Pesan estos días como un manto,
pero también abrigan.
Me devuelves mis palabras
justo a tiempo para la despedida.
Todos los comienzos se escriben
después de un adiós.
El de este año, sin embargo,
no es metafórico.
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Suena: la música de mi hermano en su habitación; como si el tiempo y los años no hubieran pasado.
Desde mi ventana: noche cerrada, algunas luces que titilan a lo lejos y Malena las contempla y les bosteza. Se acaba un 2018 extraño.

jueves, 27 de septiembre de 2018

Este septiembre el mar no es nostalgia de la despedida


            Que alguien me explique esta extrañeza, este sentirme ajena de mí en la piel y las paredes que me son tan conocidas.
            Será que este septiembre el mar no es nostalgia de la despedida, que no se difumina en el retrovisor de mi coche, ni se pierde su olor al subir las ventanillas. Será que trato de invertir las coordenadas de mi añoranza y aprender los colores de las olas ahora que se aproxima el otoño y aquí no hay hojas que crujan bajo mis zapatos. Será que soy consciente de los años y temo que el mar me devuelva todo lo que en él fui enterrando cuando mi presencia era sólo una visita, cuando siempre había, con profunda pena, un billete de vuelta.
            ¡Qué torpeza la nuestra! Como dos amantes que han dejado de esconderse, ahora dormimos pegando espalda y vientre. Pero hay noches, lo confieso, que me despierto sobresaltada por la compañía. Me pregunto si estos huesos de secano se acostumbrarán al abrazo húmedo y salado, a no saber si el oleaje es arrullo que mece mi sueño o vaivén que presagia el mar de fondo…
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Suena: las olas que rompen y me rompen.
Desde mi ventana: el mar.

miércoles, 25 de abril de 2018

Feria del libro de Granada: firmas y Fiesta Esdrújula

¡Hola, ingrávidos!

Con motivo de la FERIA DEL LIBRO de GRANADA, estaré firmando ejemplares de Mi propia ingravidez en la caseta número 39, la de Ediciones Esdrújula. Será tanto el próximo sábado 28 (de 14.00 a 15.00) como el domingo 29 (de 17.30 a 18.30). ¡Espero veros por allí!



Además, el sábado 28 a las 21.00h tendremos la FIESTA ESDRÚJULA en La Tertulia, donde estaré junto con otros compañeros esdrújulos leyendo algunos de mis relatos. Además, habrá música, pintura en directo y otras sorpresas. Si no os lo queréis perder, corred a por vuestras entradas, ¡son limitadas! 


Os dejo toda la información tanto de las firmas como de la fiesta en este enlace.
¡Nos vemos entre libros!

jueves, 8 de febrero de 2018

Soledades


 La soledad es el eco de mis propios ruidos en un piso vacío, la oquedad de las habitaciones frías y la intrusión violenta de esas otras vidas, las de los vecinos. Es también el rumor de un televisor encendido e ignorado mientras preparo algo de comer. O esa falsa compañía de algunas canciones aleatorias que se reproducen en bucle, el modo en que un estribillo asalta los labios y quiebra el silencio. ¡Cómo suena la voz propia cuando ni siquiera una es interlocutora! Esa soledad desangelada de los lugares que todavía no han sido habitados, ¡cómo se evidencia y agrieta a una misma vez! Y, sin embargo, una tarde despierto en el sofá sin ser consciente de cuándo caí rendida y otra mañana abro los ojos en un dormitorio que ya no es tan ajeno ni me provoca sorpresa o desconcierto. De pronto, los armarios han dejado de estar vacíos, los papeles y los libros han invadido toda superficie y hay tazas de té sobre el escritorio y agua hirviendo en la cocina. Entonces, la soledad vuelve a ser lo que era antes de descubrirla como ruidos delatores de mi presencia, y dejo de andar fugitiva de mí misma. Me siento un rato, le escribo y charlamos. Desde una esquina la Musa me mira con la sonrisa callada. Las dos lo sabemos: este piso está empezando a ser casa.
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Suena: algunas canciones aleatorias que se reproducen en bucle.
Desde mi ventana: ha caído la noche y todo es oscuridad sobre un patio de naranjos en Cáceres.