Más vale un verosímil
imposible, que un posible inverosímil,
Aristóteles.
¿Por qué no? Podrías estar preguntándote por mí.
Ya sabes, un algo fugaz que te lleva a otro algo que, a su
vez, te hace recordar que… y, de pronto, yo. De pasada, pero yo; de improvisto,
pero yo. Y luego, no sé, cualquier otra cosa, volver al hilo de la
conversación, perderse en la lectura, retomar los acordes, el tráfico… y no más
yo, no más entonces, no más todavía. Hasta que, así, sin quererlo, vuelvas a
preguntarte por mí.
Y ya si eso, pues me cuentas, si verosímil imposible, si
posible inverosímil, si juego de palabras, mucho ruido y pocas nueces, o
pisadas en la arena, esas que se lleva la marea baja y que no se pueden
reconstruir porque no están, pero no porque no hayan sido; que no hay más
camino que aquel que ya se ha andado, aunque no queden huellas; o precisamente
por eso, para no volver a pisarlas.
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Suena: Qué va a ser de mí, Ismael Serrano.
Desde mi ventana: noche, noche, noche…