lunes, 18 de febrero de 2013

Las tardes de domingo esperaré tu llamada.


Más vale un verosímil imposible, que un posible inverosímil,
Aristóteles.


 ¿Por qué no? Podrías estar preguntándote por mí.
 Ya sabes, un algo fugaz que te lleva a otro algo que, a su vez, te hace recordar que… y, de pronto, yo. De pasada, pero yo; de improvisto, pero yo. Y luego, no sé, cualquier otra cosa, volver al hilo de la conversación, perderse en la lectura, retomar los acordes, el tráfico… y no más yo, no más entonces, no más todavía. Hasta que, así, sin quererlo, vuelvas a preguntarte por mí.
 Y ya si eso, pues me cuentas, si verosímil imposible, si posible inverosímil, si juego de palabras, mucho ruido y pocas nueces, o pisadas en la arena, esas que se lleva la marea baja y que no se pueden reconstruir porque no están, pero no porque no hayan sido; que no hay más camino que aquel que ya se ha andado, aunque no queden huellas; o precisamente por eso, para no volver a pisarlas.
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Suena: Qué va a ser de mí, Ismael Serrano.
Desde mi ventana: noche, noche, noche…




domingo, 3 de febrero de 2013

Accidentes.


 Eres mi accidente favorito.
 No ocurres ni siempre ni la mayoría de las veces, por eso me gustas; porque eres tan impredecible que podría vivir sin ti, porque no me haces más falta que la de la incertidumbre, la de asegurarnos que hemos vivido porque al otro lado ya no nos esperan puertas ni ángeles ni cielos, sólo aquello que ya no acontecerá porque nunca dejamos que emergiera.

 Mírame a los ojos, y niégame que seas un accidente. Reivindica tu ser, tu racionalidad animal, tus labios y el que te esté escribiendo, reivindícalo todo. Pero no seas planta, no calles, habla, habla, habla…

 Tú eres un accidente y yo, sólo quien escribe.
 Tú, mi accidente; yo, el de este texto.
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Suena: Culpable, Lagarto Amarillo
Desde mi ventana: noche oscura, y en la mesa, Aristóteles y el último rooibos de champagne con praliné.