jueves, 18 de mayo de 2017

Con la dulzura de una nostalgia cogida a tiempo

-¿Te acuerdas -me dirás pausada- de cuando teníamos que correr a buscar en los libros las frases subrayadas, los poemas marcados, las palabras a lápiz y las esquinas dobladas para saber quiénes éramos?
Te escucharé y sonreiré con la dulzura de una nostalgia cogida a tiempo, como cae la tarde cuando nada se espera y todo duele y todo se recuerda. Probablemente me mire las yemas de estos dedos tan acostumbrados a cortarse al pasar las páginas, tan apegados a la herida breve que no se sabe cuándo, pero que, al final, siempre cicatriza. Tamborilearán disimulando sobre una taza de té o un botellín de cerveza. Y cuando la lengua me roce el paladar y la palabra vaya a posarse en mis labios, los tuyos -siempre tan rápidos y tan envenenados- dibujarán un mohín justo antes de callarme para decir:
-Pues esas frases, los poemas marcados, las palabras a lápiz y aquellas esquinas dobladas ya no nos cuentan. Hemos dejado de ser sus historias y no sé si me quedan fuerzas para crear otras nuevas.
Te miraré con el pecho partido en dos, regado puede que en teína o puede que en alcohol.
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Suena: el tic-tac del reloj, el trino de los pájaros, algunos coches y estas teclas que se arrastran lentas.
Desde mi ventana: el cielo está azul y no hay rastro de nieve en la Sierra.

lunes, 8 de mayo de 2017

Reseña de "Mi propia ingravidez" en la Revista Literaria "Cruz de Piedra"

¡Empezamos bien la semana! Os comparto una nueva reseña de Mi propia ingravidez, recogida en la sección "Seis libros: seis razones para leer" de la Revista Literaria Cruz de Piedra, nº 48 (Enero 2017). Dice así:

"Con Mi propia ingravidez, Isabel Motos nos invita a mirar por nuestras ventanas a lo largo de cuarenta y siete deliciosos relatos. Desde la suya, Isabel describe el paso del tiempo en esa conocida dualidad estacional y vivencial. Sus escritos, estructurados en secciones de títulos muy sugerentes -como "El paso de los días" o "Las ausencias y el deseo"-, son una ocasión constante para la reconciliación de la autora con sus palabras; palabras indisciplinadas que a veces huyen y necesita del amor -otro tema fundamental- para hacerlas regresar. Rodolfo Serrano lo prologa y dice que es todo él un ramillete de nostalgia [...] capaz de traernos en cada una de sus estampas el aliento perfumado de una adolescencia siempre habitda. [...] De cuidada y trabajada escritura. Trabajada como se trabaja el amor, con la tibia caricia de las manos y el corazón. Dedicado a sus padres, que le enseñaron a leer y llenaron su cabeza de libros y pájaros, Mi propia ingravidez es un bello homenaje a la palabra escrita y leída.