domingo, 30 de mayo de 2010

Zapatos de tacón.

Aquella tarde de febrero, cuando comprendió que todo se iba a pique, cuando supo que no le quedaba una segunda oportunidad, ni siquiera un triste as en la manga, se calzó los tacones más altos que tenía, casi diez centímetros de vértigo, y unos cuantos más de minifalda. Se pintó de rojo los labios y se echó más rimmel que de costumbre, alargando sus pestañas hasta el ingrávido límite de sus ojos, espantando a sus fantasmas. Y así, con una falsa sonrisa de suficiencia, salió a la calle. Pisó fuerte. Hizo que unas cuantas miradas la siguieran más allá de las fronteras de su bolso, de su colgante, de los rizos que ondeaban como bandera de su corazón, ni blanca ni dando tregua, sino como bucle y descenso hacia el lugar del que ella provenía, el que aún no había abandonado ni lo haría del todo jamás; de los labios que todavía no había besado...
____________________________________________________
Suena: Cómo decirte, Marwan
Desde mi ventana: increíble, pero la Sierra aún tiene mucha, mucha, mucha nieve; una nube blanca se pasea a sus anchas y el cielo brilla azul. El último domingo de mayo.

jueves, 27 de mayo de 2010

Noches tontas

El amor y la distancia tienen esa costumbre de mezclar el placer con las ganas de sufrir.
Ismael Serrano


¿Cómo empiezan los cuentos?
¡Ah sí...! Érase que se era...

Una vez, como de costumbre, como siempre, un corazón roto que andaba por la acera. ¿Sonreía? Sí, claro. Ella siempre sonreía. O al menos eso intentaba. ¿Él? Bueno, él era caso aparte y ella ya se había cansado de tratar de ver más allá de sus labios una declaración, no de amor, por supuesto, pero quizás sí de sentimientos. Porque ella no creía en los para siempre, aunque le gustaba pensar que sí, que debían existir, pero que no estaban hechos para alguien como ella.

-¿Esperas a alguien?
-Ya no...

Y, sin embargo, una vez había creído. No sabía en qué, pero sí en quién. No era un creer con tintes de idolatría, ni siquiera ciegamente, pero quizás sí de una manera irracional, sin ser capaz de dar motivos lógicos... Bueno, ¿acaso hay otra forma de creer?

-Espérame, ¿vale?
-Me lo pensaré...
-Anda, anda... ¡qué te vas a pensar!

Nada, porque si ella se hubiese parado a pensarlo, se habría dado cuenta de que era un condenado error. Demasiado riesgo, demasiadas probabilidades de fracaso, demasiado de todo aquello de lo que había estado huyendo disciplinadamente, demasiado de todo lo que temía que pudiera hacerse realidad algún día...

-Si es que, ¿qué?
-Tonta...
-Para qué preguntaré...

Y, con el tiempo, ella había aprendido a no preguntar. Y él a no dar demasiadas respuestas. Pero cuando las dio, cuando ni siquiera se las exigió, cuando vació su conciencia y tal vez, y sólo tal vez, su corazón... Ella se quedó sin palabras. Asintiendo estúpidamente, sin procesar lo que él le estaba diciendo, ocupándose de que sus ojos no... bueno, de que no revelasen demasiadas cosas...

-Menos mal que tengo tarifa en el fijo. Alguna, aunque no sé exactamente cuál, que sino... arruinaba a mis padres.
-Tú y tantas más...
-¡Claro, las que me llaman a mí!

Pero no hubo llamadas, ni mensajes ni nada; sólo silencio. Dejó que el tiempo, ese Cronos al que siempre había odiado, se ocupase de lamerle las heridas, de arreglar todo aquello que se había estropeado, de un modo u otro...

Y, sí, efectivamente, ella se curó de ese mal que tanto la aquejaba, cotidiano, pero mal al fin y al cabo. Comenzó haciéndose la fuerte, recayendo y volviendo a creerse que sí, que era fuerte... y a base de creerlo, se volvió fuerte...


Sin embargo, de cuando en cuando, tenía noches tontas, en las que le daba por ponerse idiota, y trataba de recuperar todo aquello que ni siquiera había podido perder porque no le pertenecía, porque nunca había sido de ella, y en ocasiones sospechaba si había llegado a ser realmente en plural... pero, por suerte, sólo eran algunas noches las que tenía tontas.



Tal vez esa sea la moraleja que encierre este cuento, que todo tiene una solución, que todo puede ser bonito, que nada es duradero, que en muchas ocasiones no hay un para siempre...


________________________________________________

Suena: No reconozco, Ismael Serrano
Desde mi ventana: un cielo de colores cálidos, un árbol que agita sus ramas...

jueves, 20 de mayo de 2010

Sol de mayo.

Ha vuelto el calor, y espero que en esta ocasión sea para quedarse.
No quiero más viajeros de paso, y mucho menos errantes.
Lo que quiero es poder ponerme todos los días pantalón corto, tirantes y gafas de sol. Tomarme helados y lucir moreno.
Vacaciones, días eternamente largos, sandía en el postre y horas de siesta interrumpidas sólo por la lectura o el ordenador.
Vivir despreocupada...
Sonreir sin más.
Porque sí; porque huela a verano.
__________________________________________
Suena: Nueces, Coti & Ismael Serrano
Desde mi ventana: sol, sol, sol y mucho más sol... :)

viernes, 14 de mayo de 2010

¿Qué debe ser vivir?

Curiosa pregunta, ¿verdad?

Imaginen por un momento, un enorme recinto cerrado, un auditorio, por ejemplo, el Palacio de Congresos de Granada. Imaginen también un escenario, el salón de un piso, un sofá rojo, un mueble bar, libros y un globo terráqueo, por poner, incluso una cocina que no se ve, pero que, de tener hambra, sabríamos que podríamos encontrar tuppers de cocido en la nevera. Imaginen una vez más que las luces se apagan, que empiezan a salir músicos y que, en un momento de locura y de delirio colectivo, aparece, digamos... Ismael Serrano. Bien, dejen de imaginar. Ayer, 13 de mayo (felicidades de nuevo, Fátima) yo estaba en el Palacio de Congresos de Granada, en un escenario que invitaba, nunca mejor dicho, a sentirse como en casa y en la inmejorable compañía de Ismael y sus canciones.

Quizás, para alguien que no me conozca, puede resultar ésta, una crónica de quinceañera a punto de desmayarse. Quizás sea un poco así. Bueno, espero que no. Lo que pasa es que a veces nos avergonzamos de los sentimientos que nos pueden suscitar acordes, voces y melodías. Porque nos da miedo reconocer que no somos insensibles al mundo que nos rodea, que tenemos un corazón que se emociona con las pequeñas, y con las grandes, cosas. Porque tememos ser de ese modo más vulnerables, derrumbar los muros de nuestra propia fortaleza. Porque creemos que eso son cosas de niños.
Pues bien, lo reconozco. Soy una niña.
Y anoche sólo me faltaron las coletas, porque las chuches las llevaba en el bolso.

Zona D, fila 5, asiento 14.
Escrito así me recuerda a las coordenadas de algún mapa que condujese al tesoro escondido, quizás en una isla, quizás en algún corazón solitario. Ahí estaba yo, al lado mi amiga Irene, y en el escenario, Ismael. ¿Tres íes? Me acabo de dar cuenta, qué gracioso... Y bueno, acabo de leer en el IDEAL digital que el concierto empezó con veinte minutos de retraso; la verdad, es que no me di ni cuenta. A mí me supo a poco.
El tiempo es algo sumamente relativo y, siempre pasa lo mismo. Cuando uno está agusto parece que las manecillas se empeñen en correr, mientras que, en el caso contrario, se lo toman tranquilamente.

Pero bueno, me dejo ya de prólogos y paso a hablar de las canciones. Que no sé por qué, pero me da que se me está quedando bastante larga. Si es que me cuesta eso de no expresar cada una de las ideas que cruzan esta cabecita loca...

La primera de las canciones que sonó fue Vuelvo, del nuevo disco. ¿Volviste, Ismael? Nunca te habías ido. Después vinieron otras canciones como Espejismo, también de Acuérdate de vivir. La tercera, Amores Imposibles, que introdujo con un pequeño diálogo:

-Señor Bergia, ¿usted cree en los amores imposibles?
-Yo creo que sí.
-O sea, ¿qué existen los amores imposibles?
-Pues parece que sí.
-Pues ¿sabe qué? Yo creo que no. Creo que si existieran amores imposibles sería un oxímoron. Creo que son términos contradictorios que no debieran conjugarse jamás en una misma frase, porque finalmente no hay que dar nunca ninguna batalla por perdida y la excusa más cobarde suele ser siempre culpar al destino...


Cómo me gustaría creerte, Ismael, cómo me gustaría pensar que llevas razón, que el oxímoron no debía ser más que una figura literaria y que las batallas no se pudieran dar nunca por perdidas, más aún si las libra el corazón... ¿Que si lloré? Pregunta absurda. Las lágrimas ya habían empezado con la primera de las canciones, pero negar que esta tuvo algo especial...

Después sonaron Ya ves y Te vas, canción que me emociona. Que me recuerda, como tantas otras, a un corazón que me dejó el mío por la mitad. Él también se fue a la ciudad definitiva, se fue sin mí y yo tampoco le fui a despedir. Una historia más, una canción más, sentimientos quizás encontrados o tristemente desgastados.

El virus del miedo me recordó que tengo que seguir siendo una valiente y enfrentarme a todo aquello que creo que se me queda grande, a todo lo que me asusta incluso, y con perdón, a lo que realmente me acojona. A las cosas importante, pero importantes porque me importan, no porque objetivamente lo sean.

Luego le siguieron Regalo para un primer cumpleaños y La huída. Lo siento, me voy a extender, lo sé. Pero La huída es mi preferida. Sin lugar a dudas. Amo la sencillez de la historia y siento una gran envidia de esa muchacha que, como yo, tampoco sabía mentir y va aprendiendo a base de... no sé, a base de experiencia, supongo. La candidez con la que se mezclan las palabras más dulces y tiernas con los deseos más profundos. Y yo, la cantidad de veces que he apretado contra el pecho la carpeta, sintiendo el peso del mundo, la forma en que oprimía, las veces que me he derrumbado sobre la acera y, pese a todo, he seguido andando y recorriendo esa eterna calle en la soledad que me invitaba a evocar el mar del sur y de tus ojos. Esta canción me recuerda a ti, lo siento. Hay cosas que son inevitables. Y ésta es una de ellas.

No reconozco, Vértigo, Mensaje en el contestador... ¿cómo no detenerme en cada una de ellas? Bueno, haré un esfuerzo. Sólo diré que la última, es de mis favoritas del disco. Breve pero intensa. Ya quisiera yo un mensaje así en el contestador, aunque claro, lo tengo desactivado... Cuando escucho esta canción me dan ganas de ponerlo otra vez, sólo por si alguien tuviese la genial idea de dejarme grabada su voz; pero va a ser que no.

Después sonaron los compases de Si se callase el ruido; curiosamente, cuánto más la escucho, más me gusta y eso que al principio no me hacía demasiada gracia. A continuación, Recuerdo, esencial e indiscutible en la discografía de Ismael, una historia de amor hecha melodía. Ahí volví a agradecer la ausencia de maquillaje, y muy especialmente del rimmel; habría sido una auténtica catástrofe de ríos azabache... aunque no tan dolorosa como ese viaje en metro, como esos bostezos cómplices que presagiaban un desasosiego más para el continuo latir, tal vez demasiado real, un clavo ardiendo, el del mismo adverbio quizás, el de la esperanza.

Ya quisiera yo, Balance, No estarás sola... ¿de verdad, Ismael? ¿Me lo prometes? Igual que se le promete a los niños que los monstruos no habitan en la oscuridad, igual que los enfermos nos aseguran que todo saldrá bien mientras contemplan por última vez, igual que en silencio se prometen besos que nunca llegan, igual que nos aseguran día tras día que veremos un nuevo amanecer... miénteme si hace falta, Ismael, pero prométemelo cada vez que le dé al play, cada vez que estropee tu voz con la mía.

La extraña pareja, Podría ser y Sucede que a veces. Final del concierto, con una canción que me anima especialmente, que me recuerda que todo puede cambiar de un momento a otro, que los días grises pueden acabar azules. Pero, ¡ay Ismael! Somos un público insaciable y no nos importó desgañitarnos al grito feroz de ¡Otra! ¡Otra! Así que apareciste otra vez en escena. Al bando vencido y Tierna y dulce historia de amor. Mi locura ahí fue máxima. Adoro la historia entre la colegiala y el político. Fue sentir los primeros compases y lo tuve más que claro. Me levanté de mi asiento y, de pie, me puse a cantar y a bailar, a dejarme inundar por la música, a que me abrumasen los sentimientos, a vivir y a sentirme viva.

¿He dicho ya que éramos un público insaciable? Las luces del Palacio de Congresos dieron por finalizada la actuación, pero nosotros seguimos coreando y dando patadas en el suelo, yéndosenos la vida en ello. Por un momento temí que la estructura cediera, pero está bien curtida a base de públicos como el de anoche y resistió. Igual que lo hicieron nuestras voces, los gritos que escaparon a nuestras gargantas cuando él, el cantautor, Ismael Serrano, apareció de nuevo. Abandoné mi asiento 14, fila 5, zona D para bajar a los pies del escenario, para sentir su cercanía y el calor de todos los que también habían abandonado sus asientos para entregarse a las últimas canciones, para dejarnos juntos la voz con Eres, la descripción que cualquiera desearía oír de labios de la persona amada, y con Papá cuéntame otra vez, con una fuerza y una furia desatadas que no podrían recogerse en palabras.

Porque hay cosas que o se viven o se viven. No hay otra opción, ni siquiera una segunda posibilidad.


El reloj marcaba más de las doce. El cuento de la Cenicienta se iba acabando. Pero, por suerte, no perdí ninguno de mis tacones y mi hada madrina parece que estuvo más generosa de lo habitual porque tuve la genial oportunidad de estar con Ismael que, pacientemente, esperó a los que nos habíamos congregado para robarle un poco más de tiempo, para hacer eterno el instante y el recuerdo algo tangible. Me firmó el disco y se sacó una foto conmigo, actual foto principal del Tuenti, por supuesto. Pero lo más importante, pude darle una carta que tenía para él. Sí, si alguien ha llegado hasta aquí en su lectura, rematadamente pensará que soy como una quinceañera estúpida y todo eso. Pero me da igual. Cumplí con mi sueño, con mi ilusión y con mi locura, ¡y hay que cometerlas para decir que hemos vivido!

Así que retomo la pregunta inicial, ¿Qué debe ser vivir? Aún no lo tengo demasiado claro pero, por el momento, creo que disfrutar de nuestra estancia aquí, en la Tierra, pasear como si fuese un día de lluvia, saber disfrutar de los momentos... Memento Vivere.


Para Isa, nos vemos pronto, para seguir recordando qué debe ser vivir

De nuevo, gracias, Ismael.
_______________________________________________
Suena: ¿Alguien tiene duda de lo que sonaba mientras escribía esta entrada?
Desde mi ventana: pues un poco de todo, porque la entrada la escribí entre la tarde y la noche así que... sucesión de cielos, nubes y colores que me acompañan en mi recuerdo.

sábado, 8 de mayo de 2010

Sabiduría infantil

El otro día iba en el autobús, cansada, harta y con ganas de llegar de una vez a mi casa. Me senté al lado de la ventanilla, con la música y dispuesta a perderme en mis propios pensamientos y en los compases de James Blunt y su Goodbye my lover, pero algo me lo impidió. Al otro lado del pasillo se sentaron dos niños pequeños, niña y niño, de uniforme, mellados y con sus mochilas escolares a la espalda, una rosa y otra naranja, con una especie de monstruo que seguro será de alguna serie de dibujos animados. Detrás la mamá, y un número de bolsas más que considerable. A los tres minutos, consciente de que la sensible melodía del británico no iba a imponerse a los gritos, los constantes intentos de reclamo de atención y las disparatadas historias de los niños, decidí apagar el mp4 y ahorrar, de paso, batería.
En un principio, he de reconocerlo, deseé que se callasen de una maldita vez y nos dejasen al resto de los mortales tener un viaje, sino plácido, al menos sí tranquilo. Porque lo cierto es que no íbamos demasiados en el autobús y todos, exceptuando un chico que seguía con sus cascos y al fondo del vehículo, dirigíamos nuestra atención, inevitable e irremediablemente a los niños.
Cuando ya quedaban menos de dos paradas para apearme, sucedió el hecho por el cual escribo esta entrada.
La situación era la siguiente: los niños se habían pasado, se habían peleado, la mayor proferido al pequeño algún que otro insulto al son de una cancioncilla de las que se aprenden en clase y se convierten en el hit del curso escolar, a lo que el niño había respondido sacando la lengua y cruzándose de brazos. Igual que la calma después de la tormenta, nos regalaron unos minutos de paz y sosiego. Sin embargo, vi que el pequeño se daba la vuelta en el asiento hasta quedarse de rodillas, mirando a su madre.
"Ya está -me dije-. Ahora a ver qué pasa, ¿se chivará?"
El pequeño intentó coger las manos de la madre quién, ya bastante hastiada de los dos, las retiró hasta donde sus brazos infantiles no podían llegar. Tenaz como él solo, el niño se estiró todo lo más que pudo, curvándose sobre el asiento de tal modo que pensé que, como el conductor diese un frenazo, se iba a liar una buena.
Ante esto, las palabras de la madre fueron, textualmente, las siguientes:
-Siéntate bien. Y déjame que ya te he dicho que me duelen las manos.
Su sentencia fue acompañada de un ligero empujón, suave, de ésos que te dan las madres para que andes, te sientes derecho en la silla y otras situaciones que siempre se resuelven así. Inmediatamente miré las manos de la mujer, perfectamente cuidadas, de manicura francesa y con un par de anillos en los dedos. Desvié la vista hasta las bolsas que ocupaban el asiento libre a su lado. Conté seis. Sí, debían de dolerle las manos.
¿He dicho ya lo tenaz que era el niño? Porque, no conforme con las palabras autoritarias de su progenitora, atrapó velozmente la mano de su mamá en un descuido de ésta. En los labios de la señora pude leer a la perfección una expresión vulgar y malsonante. Supongo que, dándose por vencida, dejó que sus dedos reposasen entre los de su hijo. Pero cuál fue la sopresa, mía y suya, cuando este, sin previo aviso, le besó la mano.
-Para que no te duela más. Como tus besos, mami, que los míos también curan...
Sí, a mí también se me quedó esa cara cuando presencié la escena.
Desde luego, somos imbéciles. Ya nos valdría más creer que los besos de mamá siempre curan que las sandeces a las que nos entregamos con tanta facilidad en el mundo de los "grandes". Y es que los niños son así, grandes maestros para nuestros atrofiados corazones...
___________________________________________________
Suena: Goodbye my lover, James Blunt
Desde mi ventana: cielo radiante de mayo, el sol molesta en los ojos.