jueves, 13 de julio de 2017

¿Por qué tendrás que crecer?

¿Por qué tendrán que crecer los niños a los que cuidamos? Esos mismos que venían corriendo torpemente y se abrazaban a nuestras piernas y nuestro torso; los mismos a los que agarrábamos la mano para cruzar los pasos de cebra y saltarnos los semáforos en rojo. Esos niños que ahora se muestran esquivos con las caricias porque han crecido y parecen no necesitar ya nuestros cuidados, que nuestros besos y consejos son recibidos con cierta pesadez; pero lo entiendes y aunque lo entiendes, no deja de ser un dolor punzante que sólo experimentas con y por ellos. ¿Por qué tendrán que crecer?
¿Por qué tendrás que crecer? Me pregunto mientras te miro y te escucho hablar y pienso en todos los dragones que no te pude matar, en esas batallas encarnizadas del día a día, en el camino que antes que tú he transitado por algo tan tonto como haber nacido primero. Tú me cuentas cómo de feroces son sus fauces, cuánto de ese fuego alcanzó tu cuerpo, cómo vas a luchar esta vez y brindamos por eso. Pero también te ríes de ti, de las cosas de la vida, de nosotros, y tu risa repara los años que van pasando. Y entonces me hablas de tus planes, de los tesoros escondidos que esta vez vas a buscar sin mí, y es que no podría ser de otra manera: al fin y al cabo, estos mapas ya son sólo tuyos. Tal vez, pueda darte alguna pista, algún empujón, proveerte de víveres para la larga travesía y aguardar paciente tu regreso y las historias de aquello que encontraste por el camino. Suspiro y tú me preguntas si estoy cansada, niego y pedimos otra ronda. ¿Por qué tendrás que crecer?
Sin embargo, también te miro y me siento orgullosa del hombre en el que te has convertido, en el que te estás convirtiendo, en el que ninguno conocemos aún, pero que empieza a asomar y nos gusta, aunque a veces nos saque de quicio a los dos. Me dan ganas de abrazarte y no soltarte nunca, volver a construir fuertes con los cojines, con las mantas o las toallas, volver a jugar dentro de las cajas de cartón o con la pelota. Retornar a los días eternos de la infancia cuando ansiábamos ser mayores. Y ahora mírame, preguntándome una y otra vez por qué demonios tendrás que crecer tanto y, sobre todo, tan rápido.
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Suena: I’ll stand by you, The Pretenders.
Desde mi ventana: tengo la mosquitera bajada y, a través del cristal, el paisaje de siempre se dibuja en cada uno de los pequeños cuadraditos de la tela metálica. Como es por la tarde y hace calor, una luz fuerte lo envuelve todo.