sábado, 31 de diciembre de 2016

A mi 2016

Te escribo con la tranquilidad que sólo da el tiempo a quienes han aguardado tantos instantes, apurado hasta el último trago o la calada que quema en los dedos y los labios; te escribo con esa parsimonia que me concede el saber que podré esperar hasta la duodécima campanada y tú no estarás allí para mirarme. Y los dos lo sabremos. Te buscaré en esos otros abrazos, entre el júbilo y el jolgorio, la copa que se vacía con cada brindis y el fuego que prende la leña y danza sinuoso ante mi mirada y tu ausencia. Te buscaré y no te encontraré: has alzado el vuelo como el pájaro libre que ahora eres y en este nido, de ti, sólo quedará un hogareño crepitar. Pero cuánta falta hace ese calor cuando se admira tan orgullosa un vuelo.
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Suena: la celebración de la vida, alguien trasteando en la cocina.
Desde mi ventana: la noche cerrada, la última de un año que tanto me ha dado. 2017, te han dejado el listón muy alto.
No dejéis que un te echo de menos se os quede atravesado en los labios. 365 días después y, salvo por las espinacas, podría haber escrito estas líneas en un rato, cuando cambiase el sol y su cielo raso por la noche cerrada y las luces de la Sierra.

Si queréis leer otro poquito del libro, podéis hacerlo pinchando aquí.

jueves, 29 de diciembre de 2016

Tengo una tristeza

Tengo una tristeza en el pecho que ruge con la fuerza de cuatro tempestades y un león, que no le teme a nada ni a nadie y que acude sin necesidad de ser llamada. Tengo una tristeza que te mira a los ojos y te habla con el desdén de quien está de vuelta de ésta y de otras vidas. Tengo una tristeza valiente, una lágrima que recorre las mejillas sin pudor alguno, sabiéndose observada y, a ratos, envidiada. Tengo una tristeza que me ha ahuecado la carne para asomarse a la soledad de mis entrañas y el eco de su risa en mis vacíos se ha vuelto rumor de agua perenne. Tengo una tristeza que de tanto gritar se ha vuelto afónica y, a base de silencios, ha descubierto que el peligro del susurro es el mismo que el de la escritura: siempre hay quien aguarda unas palabras que quizá nunca llegan.
Ahora ya saben por qué estos trazos son, a veces, tan tristes.

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Suena: el rumor de la televisión encendida.
Desde mi ventana: hace un día de otoño; qué rápido se me ha pasado el año.

sábado, 24 de diciembre de 2016

Novedades: ¡Estreno canal de Youtube!

Anoche, Fran Fernández volvía a casa por Navidad y me invitó a compartir el escenario de La Tertulia con él. Este es el mágico momento en el que mis palabras bailaron al son de su música. Feliz de habernos encontrado en el camino.



Espero que lo disfrutéis, queridos ingrávidos. Este es el primero de varios vídeos que iré subiendo y que podréis encontrar en mi canal de Youtube y en la pestaña de Vídeos. Ya sabéis que mi relación con la técnica (guiño, guiño, heideggerianos que andáis por ahí sueltos) es de amor-odio, así que echadme un poquito de paciencia... 

jueves, 15 de diciembre de 2016

Carta de amor

Amor mío, 
yo llegué a ti con las heridas del mundo
en los dos costados
y tanta sangre en las manos
que bien podría ser víctima o verdugo
y tú no hiciste preguntas.
Me invitaste a una cerveza
y me empeñé en brindar contigo
-quien ha estado al borde de sus precipicios
no tiene otra manera de contarlo
y los míos,
mis precipicios,
siempre fueron acantilados,
siempre tenían un mar rugiendo
y golpeando la roca,
como los vidrios cuando se entrechocan.

Amor mío,
yo que he medido
tantas veces sus alturas,
todavía sigo asomándome
para cerciorarme de las distancias,
por si me equivoco,
por si los olvido
o porque el culpable
tarde o temprano
regresa al lugar del crimen.
Que quien tiene los ojos viciados,
ve siempre lo que quiere ver
y los míos han llorado tanto
que les son ajenos los paisajes
sin gotas de rocío en cada una de sus flores;
incluso en las más hermosas,
precisamente en esas.
Nunca hubo tanta belleza exenta de dolor
como la primera vez
que amanecimos juntos:
el sol entrando por la ventana
y las sábanas tan blancas,
el pelo tan alborotado,
tu pecho desnudo
y yo con tu camisa de rayas,
como si se multiplicaran así
tus brazos y abrazos.
Y luego,
tus labios, la sonrisa,
la tranquilidad, el beso,
la sonrisa, los labios,
el beso, el beso, el beso...

Amor mío,
llegué a ti después de tantas casualidades
que cualquiera nos habría llamado destino,
pero qué tristeza pensar que todo estaba escrito
y que no era nuestra la firma,
por mucho que fueran
los mejores versos del mejor poeta.
Y es que,
aunque otras palabras
se me claven en las entrañas,
sabes que siempre preferiré
las que crecen entre estos dedos,
las que trotan en mis palmas
y se pierden en tu pelo;
esas mismas palmas
que tan sangrantes acogiste sin miedo.
Tú que me has visto reír
y llorar tirándole piedras
a ese abismo de rocas y sal.
Tú que sabes que si me asomo demasiado
el vértigo pasa de susto a seducción
y siempre tienes un beso a tiempo,
en la frente.
Tú que me has visto recomponer mis pedazos
y no lo olvidas,
y no dejas que yo lo olvide.
Tú al que llamo amor mío cuando escribo.

Y ahora
he olvidado cómo poner
el punto y final cuando hablo de ti,
pero no que hay te quieros afilados,
muy afilados,
que duermen eternos
entre los dientes
y otros, amor mío,
que van a parar a poemas como éste.

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Suena: la lluvia que se estrella con furia y fuerza contra mis cristales.
Desde mi ventana: las luces titilan y se desdibujan.

jueves, 8 de diciembre de 2016

Recuerdo de Edimburgo

El sol entra por la ventana y calienta el escritorio y el lomo de Malena, tumbada sobre los apuntes ignorando que Locke provenía de una familia de parlamentaristas. La miro y pienso: «De todos los lugares de la casa, tuvo que enroscarse sobre mi temario»; y a falta de cigarrillos en blanco y negro, bebo un sorbo del té que se enfría lentamente a un lado. Ni siquiera el trino de los pájaros consigue despertar en ella un mínimo interés; sus orejas, siempre atentas, apenas sí se mueven ahora.
Mi vecino ha puesto música y suena a los años cincuenta. Me imagino abrazada a tu cuerpo, con la cabeza sobre tu hombro, con las luces bajas y me pregunto si él también estará bailando en el salón de su casa. Son los compases de Only you y, de pronto, quisiera pasarme lo que queda de día anclada a tus brazos y a esa canción. Nos imagino envejeciendo juntos, como en cualquier película de lágrima y sonrisa fácil, pero no te lo digo -lo escribo, que es peor, pero a estas alturas tampoco vas a sorprenderte con esta confesión.
Malena se ha subido al alféizar y los compases se repiten con intervalos de silencio -tal vez sean besos. La Sierra, al fondo, está tan blanca como el lomo de la gata y se me van los dedos de las manos si cuento los años que hace que no la piso. Me digo que tenemos que subir un día de estos y qué fácil resulta hacer planes cuando se tienen tantas cosas que hacer, me añado a mí misma mientras vuelvo a los folios. Escribo y rasgo el papel: «Hume, vida y obras», y el bolígrafo refleja este sol como si diciembre me sacara la lengua y Malena trata de atraparlo -el bolígrafo y puede que diciembre también- entre sus garras. Tintinea su cascabel y el grito de un niño llamando a su abuelo para que le mire me transporta sin remedio a los días eternos de la infancia.
«Hume, vida y obras», me repito con falsa disciplina y pocas ganas. Cualquiera se concentra con tanta vida al otro lado de la ventana, con la paz que traen los domingos, aunque hoy sea jueves y festivo -o precisamente por eso, porque es jueves y festivo, y llevamos la semana plagada de domingos. Esa melodía lejana, puede que desde un tocadiscos para hacerlo todo aún más idílico, me confirma por cuarta o quinta vez que only you can make this world seems right Recuerdo entonces Edimburgo y la estatua de David -total, ya hay más que familiaridad con él- a un lado de la Royal Mile y las esperanzas de tantos estudiantes depositadas en el dedo gordo de su pie. Nos recuerdo helados de frío y cagados de miedo la noche que vimos su tumba en el cementerio y la ciudad a nuestros pies, sus luces y sus fantasmas, y lo abrazados que nos dormimos después. Recuerdo Edimburgo, sus intrincadas calles, sus empinadas cuestas y mi asfixia subiendo al extinto volcán, when you hold my hand I understand the magic that you do, el semáforo en el que nos besábamos día tras día porque siempre estaba en rojo y los callejones que te detenías a fotografiar. Y parece que haga siglos de aquella lluvia, de la cafetería, de los haggies y de la paella con romero; hoy que es otra la paella que me espera en la mesa, hoy que el sol se refleja en la nieve de nuestra Sierra, hoy que bailan en el salón de al lado y un niño llama a su abuelo para que le mire. Malena hace otro tanto y se tumba boca arriba sobre los apuntes para que le rasque la barriga; de un momento a otro se cansará y se revolverá con furia, agitando sus patas y clavando sus uñas en mi brazo.
La música ha dejado de sonar y ya sé que escribiré este texto. Cuando termines de leerlo, llámame. Sé que no podrás prometerme que volveremos, pero para poner el punto final fingiré que al otro lado del teléfono tu voz -«¿tú quieres?»- me lo prometerá y, aunque luego nunca volvamos, afortunadamente Hume no se tiene por qué enterar.
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Suena (por cortesía de mi vecino): Only you (and you alone), The Platters.
Desde mi ventana: El sol cae sobre algunos tejados y Malena vigila atenta sus rayos.

jueves, 1 de diciembre de 2016

Sobre el tapete verde

Teníamos todas las de perder y por eso no nos importó hacerlo. Con el cansancio de quien se ha arrojado desde todos sus precipicios, te mostré las cartas en la primera mano: «O vas o te achicas». Mis ojos escudriñaban tu iris y tu pupila, tan impasibles como si tuvieras varias vidas. Y fuiste; fuiste para subir la apuesta: «No soy de los que se achantan», respondiste sin quitarme la vista de encima. «Ni yo voy de farol», te advertí y comencé a desnudar mis heridas: «¿Ves esta? Es la de la adolescencia. Y aquella otra es el recuerdo de unos labios que me quemaron las comisuras; en comparación, a qué poco saben los besos que traen billete de vuelta. En el otro costado tengo una cicatriz horrorosa, pero esa me da vergüenza que la veas porque de vez en cuando sigo hurgando en ella». Barajabas como si nada, como si todo, pero cuando cortaste el mazo también te partiste en dos: «Siempre será especial por mucho que ya no la quiera», y supe que no podría competir jamás con el recuerdo de ella. «¿Sabes? Cualquier baraja trae cuatro reinas y tú eres la tercera», susurraste y te imaginé quitándome las medias. Sin embargo, temblabas más tú que mis piernas: «Parte y reparte, que de esas historias ya estoy muy de vuelta». La mano fue a tu favor y me contaste las costillas de dos en dos: «¿Cuál será en la que te detengas para hablar de mí?», preguntaste con tanta nostalgia como certeza. Me reí porque habíamos empezado a dar mucha pena: «Supongo que podría ser en cualquiera». Las besaste para barrer resignado la mesa: «Cualquiera estará bien», y sonreí satisfecha.
Te pedí la revancha y las cartas volvieron a colarse entre nuestros dedos. Teníamos todas las de perder y por eso nos la jugábamos; por eso perdíamos y por eso no nos importaba demasiado hacerlo. Las derrotas sólo eran horas muertas de las que, afortunadamente, podíamos perder la cuenta.
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Suena: Mad World, Michael Andrews ft. Gary Jules.
Desde mi ventana: hoy escribo frente a un ventanal del que cuelgan cintas y otras plantas verdes, pero sé que fuera la Sierra luce hermosa su manto de nieve blanca. Ha empezado a hacer frío de verdad y yo siento que Sabina me ha robado, además de abril, los otros meses del año.

jueves, 3 de noviembre de 2016

Presentación de "Mi propia ingravidez" en Madrid.

Revelo las fotos que me gustan por los mismos motivos por los que sigo leyendo los libros en papel.
Este recuerdo que os cambio por el texto de los #juevesingrávidos tiene ya algo más de cuatro años. Fue la primera vez que estuve en el Libertad. Quién me iba a decir entonces que tanto tiempo después iba a estar allí presentando mi libro. A veces los sueños se cumplen. 

Lunes, 07/11. Presentación de Mi propia ingravidez a las 19.00 en el Libertad 8

jueves, 27 de octubre de 2016

"Estaré a tu lado y contemplaré tu belleza como quien admira hoy un templo griego y no teme a sus dioses porque sabe que dejaron de habitarlo hace siglos."

Que por mí sí quede

No voy a correr detrás de tu sombra ni llevaré aguja e hilo por si acaso se te descose y me necesitas. No te mostraré las palmas de mis manos, abiertas y surcadas por tantas líneas que quizá nuestro futuro estuviera en alguna de ellas y, ya ves, cierro el puño sin que se destruya, sin que se desdibuje. No te cogeré del brazo como quien no quiere la cosa en mitad de un paseo ni tu teléfono sonará a una de esas horas para las que mi voz se excuse preguntándote si es demasiado tarde para charlar un rato. No te miraré fijamente a los labios ni pensaré cómo sería besarlos, me conformaré con la cortesía y algún que otro arrebato, alguna exaltación o esperaré a que tu equipo favorito gane ese partido decisivo. Estaré a tu lado y contemplaré tu belleza como quien admira hoy un templo griego y no teme a sus dioses porque sabe que dejaron de habitarlo hace siglos. Y te veré envejecer el tiempo que quieras mostrarme tus canas, tus arrugas y las heridas de la vida que se van volviendo costra sobre la piel y la juventud. Beberemos vino y no nos parecerá un exceso, comentaremos la última analítica y los pagos de una hipoteca que nunca será nuestra. O puede que desaparezcamos y sea una canción la que nos haga volver en medio de un atasco de camino al trabajo o en una carretera al comienzo de un viaje. No te contaré todo lo que te ofrecerían mis brazos, mi pecho y mi regazo. No te hablaré de lo contagiosas que pueden llegar a ser mis carcajadas porque tú también te has reído con ellas y nuestra felicidad ha sido un eco lejano.
Llega una edad en la que aprendes a cambiar el instinto suicida por algo que no sé cómo se llama, pero que acalla los condicionales, los “¿y si…?” dejan de atormentar y hacen cierta compañía. Una edad en la que ya no es tan seductor eso de arrojarse a los callejones tortuosos de la vida para insistir una vez más sólo porque el último brillo en sus ojos, la última palabra en su boca, el último gesto de sus manos se queda clavado en la retina y parece una invitación, la última quizá, para seguir intentándolo.
Ahora te imagino y sonrío pensando que ojalá esa edad me hubiera sobrevenido hace años.
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Suena: Gigante con miedo, Fran Fernández
Desde mi ventana: El sol se cuela tímido por la calle, rompe el gris del cielo y del empedrado. El balcón de enfrente, como siempre, está cerrado. No es mi ventana, pero podría serlo.

domingo, 23 de octubre de 2016

jueves, 20 de octubre de 2016

"Nos habíamos acariciado cuando las cosas fueron mal y dónde demonios están tus manos ahora".

Una historia triste

Yo nos había imaginado los domingos en el sofá, con alguna de esas películas de sobremesa alemanas de fondo, a medio camino entre la duermevela y el sueño profundo. Nos había visto recorrer de la mano ésta y otras ciudades, paseando por calles de las que luego nunca recordaríamos los nombres. Nos había encontrado con los botones de la camisa saltados y las bocas buscándose, erizando la piel y gimiendo nuestros nombres. Nos habíamos acariciado cuando las cosas fueron mal y dónde demonios están tus manos ahora, dónde está esa caricia que me pertenece, dónde estás tú, maldita sea. Ahora que los domingos tienen la televisión apagada y siempre sobra espacio en el sofá. Ahora que no te disculpas por pisarme cada dos por tres. Ahora que ya ni siquiera uso camisas y la caja de galletas danesas sólo está repleta de eso, de galletas.
-Nos habríamos enamorado de todos modos -dijiste y tu pulgar arrastró una lágrima fuera del contorno de mis mejillas.
-Puede ser -sonreí y me mordí el labio, tratando de contener la inundación en mis pupilas. Pero sonreí porque tenías razón, como casi siempre, y porque no me valía. ¿A quién podría haberle valido? Estábamos tan tristes que me daban más ganas de llorar y sólo atiné a respirar, a llenar mis pulmones de aire como si así empezaras a ocupar menos hueco en mis entrañas-. Puede ser -repetí porque no supe qué otra cosa decir.
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Suena: Photograph, Ed Sheeran.
Desde mi ventana: Malena asoma la cabeza por las rejas y menea el rabo tranquila. Al fondo, las nubes cubren la Sierra. El bochorno de la mañana está dando paso al fresco.

jueves, 13 de octubre de 2016

"Ha vuelto la lluvia y el olor a tierra mojada te ha traído de vuelta a ti también".

Ahora llueve.

 Ha vuelto la lluvia y el olor a tierra mojada te ha traído de vuelta a ti también, como si no fuera suficiente nostalgia esta ciudad que se desdibuja entre tanto gris y tanto paraguas. Y contigo, han venido todas las ausencias, la lista de cosas que ya no podrás darme porque los rincones dejaron de nombrarte hace tiempo y los libros tampoco cuentan tu historia; quizá fue cosa mía: por fin dejé de verte escondido entre las palabras y los párrafos, en todas partes.
 Ahora somos felices. Quién lo iba a sospechar después de tanta flor marchita como dejabas a tu paso, después de tanta podredumbre como derrochaban tus labios. Me quedé tantas noches llorando que parece imposible que no vuelvas cada vez que llueve. No te culpo, yo quise ser flor engalanando tus jarrones y cualquiera sabe que los adornos se rompen o los cubre el polvo. O acaban en la basura cuando aquello que evocan se olvida y deja de importar.
 Ahora llueve y somos felices por separado. La ciudad pierde sus contornos, se vuelve una acuarela torpe y hace frío. Las hojas se precipitan a la calle y no hay nadie que las contemple y piense: «esas dos llevaban nuestros nombres».
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Suena: Autumn, Carla Bruni
Desde mi ventana: el cielo gris presagia lluvia y el aire que se cuela entre la piel y la ropa es frío. 

jueves, 22 de septiembre de 2016

"Por si acaso algún día".

Por si acaso algún día.

Nunca supe decir adiós ni aprendí a despedirme del todo, por eso siempre se me queda colgada una frase trivial entre los dientes. Es como si en vez de cerrar puertas, me dedicara a ir entornándolas por si acaso el silencio que esconden se convierte algún día en un rumor lejano. Por si acaso algún día. Cuántos arañazos tienen esas palabras desde que ya ni me molesto en pronunciarlas, sino que me aferro a ellas igual que mi gata cuando huye del agua: sacando las uñas y haciendo equilibrios imposibles.
Y es que esa incapacidad solo la firma la esperanza que se esconde detrás de todos los subjuntivos y sus quizá. Esa a la que he visto darme la espalda tantas veces que ya ni siquiera me molesto en mirarle el culo; cualquiera sabe que no hay necesidad de memorizar las formas de lo cotidiano, que eso se aprende por rutina. Pero hubo una vez en la que me miró a los ojos, me agarró de las mejillas y temblé de miedo. No es fácil encararse con la esperanza; es como poner un cristal entre el niño que sale hambriento de clase y el pan crujiente de la mañana. O como buscar símiles tiernos para hablar de la crueldad.
Pese a todo, ella, la esperanza que se esconde detrás de los subjuntivos y sus quizá, tampoco ha aprendido nunca a despedirme y tiene la mala costumbre de volverse para ver si la sigo mirando cuando se marcha. Lo que ella no sabe es que, cuando dobla la calle, yo continúo mirando la esquina, por si acaso algún día asoma la cabeza entre risas, y aunque yo sepa que es mentira, me toma de la mano y me dice que no me preocupe, que solo era una broma.
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Suena: May Be, Yiruma.

Desde mi ventana: dice el periódico que ya han caído las primeras nieves en la Sierra, pero aquí las hojas siguen con su peculiar balanceo, cogiendo impulso para saltar en este otoño que está de estreno.

jueves, 15 de septiembre de 2016

"Septiembre sabe a vino y a comienzo; a oportunidad y reencuentro".

Una vez más, septiembre.

 Hace un septiembre tan bonito que está la vida como para enamorarse de ella y bebérsela igual que una copa de vino ahora que los años no apremian a la borrachera y sabemos que los problemas nunca llegan a ahogarse en el fondo del cristal. Tal vez por eso el último trago siempre nos supo tan mal.
 Miro por la ventana y septiembre está tan limpio como cuentan nuestras abuelas que había que estarlo los domingos. Quizá se deba a que por fin llegó la lluvia y, con ella, esa brisa fresca que airea la cabeza y la casa; esa brisa fresca que presagia el invierno y mis ganas de compartir brasero contigo. Es la sensación de que el tiempo puede cambiar de un momento a otro y nosotros con él; es la incertidumbre que, en vez de desquiciar, sana. Este sol que ya no quema, este sol para el que baila el aire de la Sierra, es el que cura las heridas que el salitre se ha dejado a medio cicatrizar.
 Septiembre sabe a vino y a comienzo; a oportunidad y reencuentro. Y en tus labios septiembre sabe a rutina de la buena, a besos en los semáforos en rojo y miradas furtivas mientras cada cual anda en sus quehaceres. Septiembre, he tardado años en reconocértelo, ¡pero qué bonito eres y cuánta vida me ofreces!
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Suena: Falling Slowly, Once OST
Desde mi ventana: el cielo azul limpio, la Sierra al fondo y una casa blanca perdida en medio de la nada.

jueves, 8 de septiembre de 2016

"La rosa nunca fue tan frágil como en las manos de quien está temeroso de sus espinas".

De rosas y espinas

La rosa nunca fue tan frágil como en las manos de quien está temeroso de sus espinas. Y aquí me tienes, amor mío, temblando.
Te contemplo como quien contempla la belleza desde el lodo, con los dedos llenos de miseria y de pasado -y a nadie se le escapa que la belleza se viste siempre de blanco. Te miro y lo hago con los ojos de quien ha sido cardo antes que flor esplendorosa, de quien se ha revestido con tanta espina que no ha conocido más belleza que aquella provocada por el daño. Te descubro y, uno a uno, mis pétalos se caen para que reconozcas los lugares donde crecieron esas púas, para que tus dedos sepan a qué altura han de acariciar cada cicatriz y dónde cuidarse de la herida que todavía se abre cuando la miro. Sé que seré quien traiga la pesadilla al respirar quedo de tus noches, el insomnio al remanso de paz de tu pecho. Y tirita este cuerpo egoísta y culpable mientras se le llena la boca de palabras bonitas, por si acaso su perfume enmascara tanta putrefacción.
Me miras con la ternura de quien sabe que hay flores que crecen entre las piedras y con la duda del que compra una planta de interior para un piso demasiado luminoso. Me miras con la parsimonia del guion aprendido, siguiendo las instrucciones al pie de la letra, pero haciendo ver que son improvisación y capricho. Me miras -porque tus ojos nunca van más allá de mis pupilas y cuando lo hacen parecen macetas artificiales-; me miras y escondes tus espinas. Como si temieras que mis dedos fuesen tan torpes de pincharse en un descuido, como si no fuera a soportar tu dolor ni tus heridas.
Tú, que me has hecho rosa al tacto, no entiendes que yo, aunque sé que jamás me lo pedirás, cerraría mi puño y dejaría que la sangre resbalara por la piel y los brazos. No sé cómo decirte, amor, que no le tengo miedo a tus espinas, pero que cada vez que me las ocultas pienso tus ojos y los imagino revistiéndome de fragilidad y tengo que correr a inventarte otras heridas, otras púas con las que desgarrarme para evitar este temblor que ahora me atosiga. Hazme digna de tus espinas, por favor te lo pido. Compártelas conmigo, amor mío, que la rosa nunca fue tan frágil como en las manos de quien está temeroso de sus espinas.
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Suena: With or Without You, 2Cellos cover.
Desde mi ventana: hace tanto calor este septiembre que escribo con la persiana totalmente bajada y a oscuras. La gata se pasea y enreda por mis pies; espera paciente a que ponga final al texto para que juegue con ella.

domingo, 4 de septiembre de 2016

Es ilusión y es vértigo. Es la prueba de imprenta de "Mi propia ingravidez". ¡Qué poquito queda para que cobre cuerpo esta arcilla de palabras y viaje de mis manos a las vuestras!

jueves, 1 de septiembre de 2016

Este es el cielo de Madrid, con sus luces y sombras. Igual que septiembre que golpea con los nudillos para fingir que no ha estado escuchando detrás de la puerta. Septiembre que viene como un huracán; que es despedida y reencuentro. Septiembre eres tú que te marchas y tú que te quedas, y a mí me deja el corazón dividido en dos. Como este cielo de Madrid, su resol y el repiqueteo de la lluvia en el cristal.

domingo, 28 de agosto de 2016

Brindemos por este verano que agoniza como lo hace la cerveza cuando es en buena compañía. 
Brindo por ti porque septiembre es sinónimo de aventura y de promesas. Que se te atascan las maletas al cruzar esta puerta y el vacío que me dejas solo podrá llenarse con todas tus historias a la vuelta.


Por cierto, si os fijáis un poco, ¡¡este botellín está personalizado!! Cortesía de mi señor hermano.

jueves, 25 de agosto de 2016

"El triunfo del vencido siempre reparte cicatrices y culpas."

Cuando ella baila se deshace la pena.

 Yo la he visto bailar para deshacerse de la tristeza como quien deshace una trenza y se suelta el pelo, se lo ahueca con los dedos y se olvida de que antes hubo algo que lo aprisionaba. La he visto descalzarse y cerrar los ojos, como si pudiera mirarse por dentro y decirle a su pena: «Aquí estás y qué poco tiempo te queda en mi pecho». Y luego le ha sonreído como quien ve alejarse un autobús desde el andén y se sabe a ratos nostálgico hasta que llegue el abrazo de vuelta. Ella despide así a su tristeza: esperando su regreso.
 Balancea su cuerpo tan arrítmico como ajeno de los compases y de lo que pasa fuera de las paredes de su cuarto. Cualquiera apreciaría las disonancias, pero qué poco importan para lo hermosa que luce en cada vaivén y lo bien que le sienta esa suerte de exorcismo; como si llevara varias vidas practicándolo. Y es que no es sencillo sacar a bailar a las penas tan bien ni tan valientemente como lo hace ella: sabiendo que a una de las dos le saldrán llagas en los pies. Pero yo que las he visto gritar y ser pura violencia… ¡con qué sensualidad se seducen una a otra cuando danzan esa chica y sus tristezas!
 Y es que cuando ella baila, la pena se sirve tres copas: la que celebra la victoria, la que festeja la derrota y la del arrepentimiento; porque el triunfo del vencido siempre reparte cicatrices y culpas. Y qué amarga es esa borrachera. Qué extraña sensación la de la derrota triunfal, ese deseo necio de estar equivocado y, sin embargo, perseverar en la búsqueda de la verdad; ese no querer ver nada y no poder evitar encender toda luz. Quizás por eso es ella la que danza y deja que sea la pena la que beba, la que se aturda tanto como para olvidar si el mareo lo causa el alcohol o sus torpes y arrítmicas vueltas. Entonces le faltan rincones en los que acurrucarse como una niña que ha perdido su peluche y tiene que contentarse con abrazarse a sus rodillas. Pero, ¡ay cuando se levanta! En esos pasos no hay trompicones ni torpezas; todo es camino, valentía y fuerza.
 Yo la he visto bailar así y tú deberías verla porque cuando ella baila se deshace la pena.
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Suena: Entre dos aguas, Paco de Lucía.
Desde mi ventana: los mares del sur y sus olas, pero también las chicharras.

domingo, 21 de agosto de 2016

"Yo me quise creer tus mentiras porque, aunque falsas, eran las palabras más bonitas que me habían dicho hasta ese momento."

jueves, 18 de agosto de 2016

Quiéreme.

 El ruego escapó de sus labios y antes que de sus labios, lo hizo de su boca, de las cuerdas vocales, de la garganta. Pobre ruego, atravesado como estaba entre la sístole y la diástole, entre los alveolos y el pulmón. Pobre ruego, tan escondido. Pobrecito mío, tan temeroso del día, de abandonar la oscuridad de sus rincones, de esas entrañas que de tanto recorrerlas tan bien se las sabía.

-Quiéreme.

 Y a esos labios, cómo les dolía el imperativo, esa orden del vencido, ese lamento, ese último cartucho quemado sin su permiso. Cómo escocía en los ojos, igual que si al ruego lo hubiera parido el lacrimal, igual que una de esas molestas motas que, tan inoportunas, excusan de lo irremediable. Pero, por Dios, cómo le temblaba el cuerpo, qué absurdo vaivén dejaba tras de sí esa torpeza, esa confesión tan necia que parecía que fuera a hacerle caer sobre sus rodillas. Pobres labios entreabiertos, pobre suspiro, pobre cuerpo, tanto anhelo en tan poco pecho.

-¿Qué?

 Las prisas, como siempre, tiñeron de estelas rosadas las mejillas y el exceso de sus palabras. El ruego volvió a los labios, a la boca, a las cuerdas vocales, a la garganta. Volvió al través de alternar la sístole y la diástole, al respirar quedo, cansado, hediondo.

 -Que te quiero.
 -Yo a ti también.


 Míralo, tan cobarde y tan herido. Pobre ruego, carroña de un amor muerto.
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Suena: Quiéreme, Luis Eduardo Aute.
Desde mi ventana: la luna traza un sendero de plata sobre el mar en calma. Qué hermosas son las noches en la costa.

domingo, 14 de agosto de 2016

"¿Por qué no? Podrías estar preguntándote por mí."














Esa incertidumbre que se suma al tedio de los domingos hace de éstos días todavía más extraños.
Recuerdo cuando Ismael cantaba aquello de que las tardes de domingo esperaré tu llamada y mi teléfono no llegaba a sona, y caía la noche y se acababa, triste, la semana. Suerte que aquellos domingos sean recuerdos y que hoy siga cambiando mis ventanas por tus balcones.

jueves, 11 de agosto de 2016

Mis otras vidas.

 Yo había imaginado muchas vidas antes de ésta, antes de que llegaras tú a cumplírmela con esos aires de falsa modestia que sabes que me irritan. Yo las había imaginado a tanto color que, incluso en blanco y negro, se volvían tan reales como para que Rick fumara de mis labios y nos llorasen las manos de Sam al piano. Yo las había imaginado con tanto detalle que podía volver a cada una de ellas igual que se consulta un diccionario: con los dedos recorriendo las páginas y subrayando con las yemas, una a una, cada palabra.
 Ya ves, me sabía de memoria mis ficciones: la puerta de una casa que no podía ser, las llaves dentro de un bolso que nunca tuve, el taconeo por el pasillo y ese maldito sofá lleno de subjuntivos esperando a que volviese cansada del trabajo o de imaginarme otras vidas. Todas esas que ahora se esconden para verte pasar, que te espían y se preguntan entre dientes en qué momento las hice a un lado, cuándo fue que cambiaste mis modos por el indicativo, que me llenaste de presente las manos. Yo que las había imaginado con la misma vehemencia con que un niño aprieta los puños y cierra los ojos con fuerza para apagar las velas de su tarta; yo que había soplado tantos dientes de león y seguido el rastro fugaz de las estrellas, dibujado mensajes en la arena, escrito en los pupitres y en los márgenes de los apuntes. Yo que tenía tantas vidas a las que acogerme, a las que acudir para refugiarme, me encuentro con que no me dan asilo desde que tú me nombras. Están molestas porque a ellas no les araño la espalda sino las entrañas, no les beso la frente, sino que mis labios, con ellas, solo saben a nostalgias.
 Hay que ver cómo he hecho de ellas unas celosas que se ocultan allí donde pueden, donde encuentran un triste recoveco que aún no conoce la forma en que tus dedos enredan mis mechones rebeldes y los peinan detrás de mis orejas. Ellas, que tan rápido crecieron al recorrer taconeando ese pasillo, al dibujar una silueta en el sofá y ponerle un rostro que nunca fue el tuyo. Y, joder, llegaste tú para cumplirlo, para sacudir de subjuntivos el sofá, sentarte y decirme: «venga, ven, pon las piernas en alto», y acabar en caricias o estallar en orgasmo; dormirme en tus brazos, despertar en tus labios. Reírme a pleno pulmón de esta vida y de todas las que imaginé y, sin embargo, eran tan tristes porque no eran a tu lado.
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Suena: Pequeña criatura, Ismael Serrano.
Desde mi ventana: mi ventana es hoy su ventana, su balcón, su calle y las siluetas que la cortina dibuja y desdibuja a su lado. Por fin corre algo de aire.
"Yo había imaginado muchas vidas antes de ésta, antes de que llegaras tú a cumplírmela".

domingo, 7 de agosto de 2016

"Pero qué bien le sienta a la curvatura de tu boca esta promesa de mi desnudez."


jueves, 4 de agosto de 2016

Precipicios

 Te miré como se mira el horizonte desde un precipicio: sin ser consciente del vértigo ni de la caída.
 Te miré para guardarte en las retinas y en las palmas de mis manos, sabiendo que serías tan efímero que no habría imagen que te hiciera justicia. Por eso me esforcé en aprenderte con los ojos y la piel, para no olvidarte como se olvidan las puestas de sol cuando ya han desaparecido; para ver con tus ojos y sentir con tu tacto, para mirarme como si tú me miraras y acariciarme como si tú me acariciaras. Para estar contigo en tus ausencias, para que siempre me acompañaras.
 Te miré así y pensé que nunca me olvidarías; como si no hubiera más locos trepando precipicios para mirar el horizonte, como si yo fuera la única dispuesta a ignorar vértigos y caídas o a que tus ojos y tus manos los remediaran. Y, verás, es que no sólo pensé que no me olvidarías, sino que di por hecho que no podrías hacerlo; que tus ojos y tu piel se quedarían unidos a los míos, que empezarías a ver con mis ojos y a sentir con mis manos, con mis dedos.
 Te miré y entendí por qué los antiguos invocaban a los dioses, por qué les bailaban y por qué entregaban sus cuerpos a las danzas. Yo también te habría bailado, amor mío. Te habría invocado con este cuerpo, estos ojos, estas manos.
 Te miré y me faltó clavarme las uñas, abrirme el pecho, retirarme la carne y que te encontraras allí, cobijado en mis entrañas. Te miré para que entendieras que no habría vértigo ni caída de la que estos huesos no fueran a salvarte.
 Te miré y tú te reíste. Te reíste como quien se ha perdido en sus pensamientos y espera que esa mirada no aguarde ninguna respuesta más allá de la carcajada.
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Suena: Divenire, Ludovico Einaudi.
Desde mi ventana: la persiana está medio bajada, para evitar el calor. Pero, aunque no la vea, sé que ahí detrás está, como siempre, la Sierra.

miércoles, 3 de agosto de 2016

No puedo resistirme. He aquí un pequeño adelanto del texto de mañana:

"Te miré como se mira el horizonte desde un precipicio: sin ser consciente del vértigo ni de la caída."

lunes, 1 de agosto de 2016

"Como todos los cobardes vuelvo a ti con la palabra indisciplinada".

Y volver, volver, volver...

Y volver, volver, volveeeeeer… ¡y el blog está de vuelta!

Familiares y amigos, ¡aquí estamos de nuevo! Sé que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que escribí aquí así que, contadme, ¿cómo va el verano? ¿Moreno playa o moreno piscina? ¿Todavía trabajando o ya de vacaciones? Y, por cierto, aquellos lejanos propósitos de año nuevo, ¿qué? ¿Alguien se acuerda de eso? Por mi parte os traigo un montón de noticias que estoy deseando compartir con vosotros y es que…

¡¡VOY A PUBLICAR MI PRIMER LIBRO!!

¡Chan, chan, chaaaan! (Redobles de tambores, ya sabéis…)

Mira que lo habré dicho ya veces y se me sigue quedando la misma cara de niña pequeña en víspera de Reyes... Pero sí, voy a publicar mi primer libro y no podría estar más ilusionada. Os cuento bien. Va a ser un libro de relatos titulado Mi propia ingravidez, igual que el blog. De hecho, el libro recoge una selección de los escritos que durante estos años he ido publicando aquí. Para ir abriendo boca, en la sección de Novedades literarias encontraréis una pequeña muestra de algunos de ellos, aunque otros muchos veréis que ya no están disponibles en el blog. ¡Estoy deseando verlos en papel! Esa tarea recae sobre los amigos de Esdrújula Ediciones, grandes compañeros de viaje en esta increíble aventura.

Otra de las novedades que os traigo es el aspecto del blog. Como podéis ver, se ha engalanado para la ocasión. Además de los textos, ahora hay otras secciones: Novedades literarias, Agenda y Sobre mí. En la primera, además de la selección de relatos, encontraréis cualquier primicia relativa al libro, ¡estad muy atentos! En Agenda daré todos los detalles relativos a presentaciones, actividades literarias, etc. ¡Ay, ay, ay! ¡Qué nervios solo de pensarlo! Y, por último, si queréis saber un poquito más de quién os escribe, nada más que pinchéis en Sobre mí.

Por otro lado, los que me lleváis leyendo un tiempo ya sabéis que normalmente mis escritos van de la mano tanto del paisaje que se ve desde mi ventana como de la música que estoy escuchando en ese momento. Como no os puedo transportar a mi escritorio para que os deleitéis con Sierra Nevada, a cambio os traigo una lista de Spotify con todas las canciones que acompañan a mis palabras. La tenéis en la columna de la derecha.

Y, de momento, esto es todo. El jueves retomo esa sana costumbre de publicar en el blog. ¿Por qué el jueves? Porque da la casualidad de que las mejores cosas que me han pasado relacionadas con la literatura han sido casi siempre en jueves. Si no queréis perderos nada, también en la columna de la derecha os dejo una ayudita para saber dónde encontrarme.

¡Qué vaya genial la semana!

Por cierto, quién os iba a decir que recibiríais una noticia tan buena en lunes, ¿eh?


sábado, 30 de julio de 2016

"Tú que me pusiste las letras entre los dedos, déjame que te haga poesía".