lunes, 31 de diciembre de 2018

No hay metáfora para esta despedida


Se desliza la tarde silenciosa,
se convierte en noche oscura
y hay un abrazo lejano,
un abrazo que ya no puede ser.
Como si el año se marchara sin apenas ruido,
igual que tú dormida en tu sillón,
por fin plácida y eterna.

Son escasas ya las horas,
el vestido cuelga de su percha
y yo sin arreglar.
Como tantas otras cosas,
para esto también se me ha hecho tarde.

Te pregunté si me querías,
sabiendo de antemano la respuesta,
y cómo el cariño, las arrugas,
la vejez, el tiempo
iban a curvarte los labios.
Tus besos de carmín
y la infancia recuperada para ambas
al borde de tus inviernos.

Pesan estos días como un manto,
pero también abrigan.
Me devuelves mis palabras
justo a tiempo para la despedida.
Todos los comienzos se escriben
después de un adiós.
El de este año, sin embargo,
no es metafórico.
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Suena: la música de mi hermano en su habitación; como si el tiempo y los años no hubieran pasado.
Desde mi ventana: noche cerrada, algunas luces que titilan a lo lejos y Malena las contempla y les bosteza. Se acaba un 2018 extraño.

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