viernes, 8 de marzo de 2013

Venezia.

Este relato podrás encontrarlo en mi próximo libro: Mi propia ingravidez.

4 comentarios:

  1. Precioso texto!! Las ausencias de ciertas personas en ciertos momentos acaban por marcar mucho...

    No estado en Venecia (sólo en el aeropuerto y en una estación de tren), y lo tengo pendiente...

    Un beso de los grandes!

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  2. Es cierto. Solemos estar siempre donde físicamente no estamos, donde nos transportan nuestros sueños. Pero una vez conseguidos éstos, no sabemos deleitarnos, saborearlos, dejarnos acariciar por ellos...o no queremos hacerlo ¡Lástima de Venezia!¡Lástima de tus sueños! ¡Lástima de tí! Sinceramente, maravilloso.

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  3. Las ausencias son tan duras, que cada vez que las piensas, duele más.

    Pero vale la pena decirle a quien sentimos esa ausencia, decirlo. Para por fin deje de ser ausencia, y pase a ser parte de nuestra piel.

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  4. Todas las veces que he estado en Venecia han sido distintas. Primero, curiosas e inocentes, y cuando ya fueron más continuadas, maduras y furtivas. Si algo me gusta de Venecia es que puedes perderte dentro y volver a reencontrarte. La última vez que pude pasearme sola entre sus callejuelas y sus puentes, soñaba con ser una veneciana más, preocupada por la subida del nivel del agua los días que entraba un barco en el puerto. La humedad de sus calles, la humedad de su gente, hace que la huella que dejan, mojada y densa, se cuele muy dentro.
    Pero aún así, aunque Venecia te transporte a lugares inexistentes cuando estás dentro de ella, no hay motivo para estar lejos de ti.
    Soy un boli vic sin mucha tinta, y he vuelto!

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Pasen y vean.