jueves, 15 de septiembre de 2016

Una vez más, septiembre.

 Hace un septiembre tan bonito que está la vida como para enamorarse de ella y bebérsela igual que una copa de vino ahora que los años no apremian a la borrachera y sabemos que los problemas nunca llegan a ahogarse en el fondo del cristal. Tal vez por eso el último trago siempre nos supo tan mal.
 Miro por la ventana y septiembre está tan limpio como cuentan nuestras abuelas que había que estarlo los domingos. Quizá se deba a que por fin llegó la lluvia y, con ella, esa brisa fresca que airea la cabeza y la casa; esa brisa fresca que presagia el invierno y mis ganas de compartir brasero contigo. Es la sensación de que el tiempo puede cambiar de un momento a otro y nosotros con él; es la incertidumbre que, en vez de desquiciar, sana. Este sol que ya no quema, este sol para el que baila el aire de la Sierra, es el que cura las heridas que el salitre se ha dejado a medio cicatrizar.
 Septiembre sabe a vino y a comienzo; a oportunidad y reencuentro. Y en tus labios septiembre sabe a rutina de la buena, a besos en los semáforos en rojo y miradas furtivas mientras cada cual anda en sus quehaceres. Septiembre, he tardado años en reconocértelo, ¡pero qué bonito eres y cuánta vida me ofreces!
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Suena: Falling Slowly, Once OST
Desde mi ventana: el cielo azul limpio, la Sierra al fondo y una casa blanca perdida en medio de la nada.

1 comentario:

  1. Nunca tuve especial predilección por septiembre, pero tras tus poéticas palabras voy a tener que revisar mi relación con él.

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Pasen y vean.