sábado, 24 de abril de 2010

Earl Grey.

El Earl Grey es un té demasiado fuerte. Pero he acabado por acostumbrarme a él.
Al principio tiene un sabor amargo, un tanto punzante. Especialmente si son dos sobrecitos en una taza de un cuarto de litro, aproximadamente. Bueno, nunca se me ha dado demasiado bien eso de la visión espacial, pero digamos, sencillamente, en una pequeña taza. Ese regusto se impregna en la lengua, los dientes, las encías y hace que uno sienta algo espeluznante. Podría comparase con el hecho, tan sumamente desafortunado, de chupar limones. Exacto. Esa cara fue la que se me quedó en aquel lejano primer sorbo. Mientras que, ahora, sorbito a sorbito, acabo despreocupadamente el té a la par que -¡por fin!- vuelvo a retomar el blog, después de casi tres semanas sin escribir nada.
Y lo curioso es que lo compré porque, en esa horrible traición de los supermercados de eliminar productos y marcas con todo esto de la crisis, ya no traían el Ceylán.
Muy interesante.
Y no lo digo con ironía, que conste.


____________________________________________________
Suena: Perdido en mi habitación, Mecano.
Desde mi ventana: lo mismo de siempre, matices del cielo que trato de describir, con más o menos éxito...

1 comentario:

  1. Esta noche, por suerte o por desgracia, yo también regreso a blogger después de mucho tiempo. Y antes de escribir alguna locura de medianoche, me decido a pasar por aquí, a saborear tus palabras que, a diferencia de tu primer sorbo de Earl Grey, siempre son dulces y bonitas.

    Por cierto, yo pienso que sabes describir los matices como nadie. Ya sean de cielo o de otra cosa que se te pase por la cabeza :)

    ResponderEliminar

Pasen y vean.