jueves, 12 de enero de 2017

Cae la noche

 Cae la noche tenue primero y luego oscura, cae silenciosa y vacía después de haber visto más estrellas en tus ojos que en el firmamento. Cae esta noche por su propio peso, por el de toda esa luz que cobijas cuando te ríes, y qué bonita es esa risa cuando es sincera, y qué lejana se me antoja desde que ya no me esperas. Cae la noche y estos dedos, lentos y torpes, aporrean las letras y las teclas, y si la vida es una delgada línea, se empeñan en engrosarla con absurdas yuxtaposiciones o conjunciones copulativas, y te claman y te nombran y ya no me esperas.
  Cae esta noche a mis espaldas y la ciudad se viste de feria, titilan sus neones y la fluorescencia de sus farolas, y yo quisiera ser sombra que se oculta en sus fachadas o puerta entreabierta que golpea sin cesar, tal es mi insistencia. Cae la noche, bien lo sabes, y desde tu ventana te asomas a una calle desierta, te asomas despistado mientras hierve el agua o se hace la verdura a la plancha o te llevas a la boca cualquier cena.
  Cae la noche y el día por fin pasa y, con él, esta manía de pensarte también se acaba. Cae la noche y yo rendida tan lejos de tu cama. 
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Suena: el cascabel de Malena.
Desde mi ventana: cae la noche, como no podía ser de otra manera.

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