sábado, 11 de marzo de 2017




Alguno de mis vecinos pone todos los sábados la misma canción y por mi ventana se mezclan los compases con las voces infantiles que reclaman a sus abuelos. Entonces me los imagino bailando, agarrados de la mano y vencidos en el cuerpo del otro; los pienso con movimientos suaves y quedos, con la mirada baja y el beso en la frente y los labios. Y luego la impertinencia infantil que rompe el momento, que le tira a ella de la falda o a él de la camisa; y supongo que ellos acogen esa tiranía con la sonrisa dulce y cansada de quien sabe que el próximo sábado seguirán debiéndose un baile.

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