miércoles, 4 de mayo de 2011

Breve improvisación del pretérito

Me gusta, de vez en cuando, dar una vuelta por el pasado, subirme a ese tren que retrocede en el andén, que no pasa dos veces por la misma estación pero que simula que lo hace tantas como a mí me venga en gana.
Me gusta recordar mis propios recuerdos, saber que, honestamente, quizás los haya ido modificando un poco por el paso del tiempo, que puede que aquella frase no fuese exactamente así o que ni tan siquiera me imaginara lo que podría venir después.

Lo cierto es que se trata de una empresa arriesgada, sobre todo cuanto más lejos se vaya, cuanto más ocre sea el tamiz que caiga sobre nuestros ojos, no sólo por la imprecisión, sino por la nostalgia que trae consigo.
Pero bueno, a veces es inevitable correr riesgos, ¿no?

Supongo que, en parte, por eso escribo tanto, y muchas veces sobre lo mismo.
Me pierden las mismas palabras, los mismos gestos, las tonterías en las que me acomodo, el pensamiento fugaz de qué pasará cuándo lo relea...

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Suena: De nuevo la biblioteca, es lo que tienen estos días de mayo.
Desde mi ventana: Hoy me tengo prohibido mirar por la ventana, no puedo distraerme demasiado; pero aún así puedo decir que luce el sol, aunque ya no calienta tanto como antes.

4 comentarios:

  1. Muy grande para lo pequeña que eres... Me gusta!

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  2. Yo también he tomado ese tren nostálgico muchas veces. El problema es que llegará un momento en que no puedas bajarte de él. Aunque a lo mejor, para entonces, no se trata de un problema sino que constituye una felicidad...

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  4. Recordar, etimológicamente procede del latín. Llevas consigo la palabra corazón.Recordare, que se compone del prefijo re- (‘de nuevo’) y cordare formado sobre el nombre cor, cordis (‘corazón’).

    Antiguamente se creía que el corazón era la sede de la memoria. Y esta creencia, entre otros muchos hechos, está plasmada en expresiones de lenguas de origen románico. Francés: apprendre par coeur (literalmente, ‘aprender de corazón’)
    Inglés: know by heart (lit. ‘saber de corazón’)

    Ortega nos proporciona una hermosa explicación de esta etimología:

    El yo pasado, lo que ayer sentimos y pensamos vivo, perdura en una existencia subterránea del espíritu. Basta con que nos desentendamos de la urgente actualidad para que ascienda a flor de alma todo ese pasado nuestro y se ponga de nuevo a resonar. Con una palabra de bellos contornos etimológicos decimos que lo recordamos —esto es, que lo volvemos a pasar por el estuario de nuestro corazón—. Dante diría per il lago del cor [José Ortega y Gasset: El espectador, II, "Azorín: primores de lo vulgar"]

    Como dice Ortega, recordar es volver a pasar por el corazón. Desproveer al ser humano de su recuerdo es robarle medio corazón. Exagerado o no, el caso es que los recuerdos son muy importantes y construyen (pues subyacen en algún lugar próximo a nuestras decisiones) nuestro futuro.
    Al ser humano, le gusta además regodearse con lo que fue, aprender de aquello que pasado es y en lo que no quiere regodearse. El recuerdo es instrumento de aprendizaje, de humildad, nos otorga carácter humano, porque nos habla de quienes fuimos y de por qué somos así ahora.

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Pasen y vean.